miércoles, 26 de septiembre de 2012

Mosca

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Una mosca en la alcoba.
Una mosca. Una mosca.
No sé de dónde vino.
Foto: Juan Cervera Sanchís
Sólo sé que está aquí
volando,
revolando,
chocando,
una vez y otra vez,
contra el duro cristal
de la ventana,
y buscando
y buscando
una rendija
que le permita huir
y volar libremente
por los cielos más libres.

La observo. Me conmueve.
Me pregunto:
-¿Soy acaso esa mosca?
Sí, esa mosca soy yo.
Soy yo esa mosca.
Soy esa pobre mosca
y no encuentro
por más y más que busco
-¡desesperadamente!-
una salida.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA
México D. F., Colonia San Rafael, 26 Septiembre 2012

lunes, 24 de septiembre de 2012

Eso que revienta, de J. Andrés Herrera

En estos días amanece el dolor. Un sol milenario, que vuelve y nos despierta: enfermos en el hospital, hambre de pordiosero, poder de prepotencia, culpables libres e inocentes presos, cerrazón adinerada, estudio sin fin, muerte...

En estos días dolorosamente típicos en la ciudad de México, donde "no cabe ni el polvo" y "Dios no halló lugar en nuestro reino", en estos días, J. Andrés Herrera, joven de 22 años, viene de muy lejos y revienta el éter poético.

Por más que sea el dolor el segundero de nuestras horas, uno no termina por acostumbrarse a la miseria humana. Por esto, "en esta tierra donde no se aceptan gotas de cometa", el poeta J. Andrés Herrera desmadra y crea trabado de belleza lejana y etérea.

Se traslucen los viajes, los desmadres, las caminatas, la urbe y los amores, en Eso que revienta, de J. Andrés Herrera. La poesía, ya desformada a la arteria del poeta, sin otra forma que el fondo de la existencia, nos revela el amor, es decir, esa "parte más sólida del encuentro", es decir, "el número áureo, la perfección, el infinito, Dios".

Eso que revienta se hace jazz, y se pierde y gana el remolino del amor; la violencia del tiempo, el enfrentamiento del poeta con sus lectores y, aun más, el conflicto de enfrentar la vida como un fuego que se consume y lo consume todo a su paso: paisajes místicos, crudas, drogas, erotismos, música, soledades, soledades cósmicas.

Échenle un vistazo a esto, Eso que revienta, pues "NO HAY NINGÚN PINCHE DERECHO RESERVADO".

Abraham Peralta Vélez

jueves, 20 de septiembre de 2012

Alcanzar el aroma

A ti.
Arribaré contigo al aroma
de la luz, que a la luz sólo en amor
se llega, y, contigo, soy lleno de sentido.

Entiendo que la vida al dar la mano
se entiende, y se entra a la verdad
de la muerte. Sólo muere quien amas;
el adiós y la pena, ay, las nubes.

Sin embargo,
en la canora voz de la memoria,
colibrí murmurante, permanece.

Sólo en el amor el arrebato
hermoso del anhelo, que surca,
más allá de los huesos y del polvo
de los huesos, la luz que nos conforma.

La eternidad oculta, contigo,
el dulcedumbre aroma de la muerte.
Abraham Peralta Vélez

sábado, 8 de septiembre de 2012

Exclamación


¡Oh Dios de Dioses,
mis días -¡todos!- no valen
una única y sola de tus noches!


JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA
México D. F., 7 Septiembre 2012

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Ayocuan Cuetzpaltzin, poeta de la amistad

Abraham Peralta Vélez
¡Qué permanezca la tierra!
¡Qué estén en pie los montes!
Así venía hablando Ayocuan Cuetzpaltzin.
En Tlaxcala, Huexotzinco.
Que se repartan
flores de maíz tostado, flores de cacao.
¡Qué permanezca la tierra!

Canto breve, pregonado por el poeta, Ayocuan de Tecamachalco, durante sus recorridos por los caminos de Tlaxcala. Exclamaciones que anhelan, ante “la región del momento fugaz”, un ser eterno, una permanencia. “¡Qué permanezca la tierra! / ¡Qué estén en pie los montes!”. Su grito angustioso insiste en permanecer, su voz pregona al Dador de vida, como si la tierra y los montes fueran él mismo, destinados a la fugacidad de la vida.
           El poeta -el hombre- y la naturaleza se funden en uno mismo, en el anhelo por lo eterno, la voz, el canto y la forma natural -la tierra, los montes- expresan una exclamación de vida perenne, un chispazo del Dador de vida, porque “del interior del cielo vienen/ las bellas flores, los bellos cantos”, como dice en otro poema. Es tal la manera de fundirse con la naturaleza, que pide por ella, sin importar la enunciación de él mismo, como si ella fuera una extensión de sí mismo, un amor que conforma su ser en total desprendimiento.
        Anhelar que permanezcan la tierra y los montes significa querer la vida más allá de uno mismo, implica trascender el yo por amor a lo otro, en el valor sumo de la amistad, el cariño y el agradecimiento por los bienes recibidos. Dice en otro poema: “Gocemos, oh, amigos,/ haya abrazo aquí./ Ahora andamos sobre la tierra florida./ Nadie hará terminar aquí/ las flores y los cantos/ ellos perdurarán en la casa del Dador de vida”.
       He aquí que lo salva el anhelo del canto, ante la “región del momento fugaz”. Vivir para morir, y, para vivir cantar. Sólo se devela el misterio si se canta, como el Dador de vida cobra forma a través de la tierra y de los montes, así cobra forma y expresión a través de las “las bellas flores y los bellos cantos”. El poeta, el cantor de flores, es una expresión de la eternidad, y Ayocuan Cuetzpaltzin, valora la eternidad sólo a través de la amistad y la repartición de los bienes del Dador.
       “Que se repartan/ flores de maíz tostado, flores de cacao./ ¡Qué permanezca la tierra!” Sólo si se reparten las flores permanecerá la tierra. Aquí la exclamación, tras las anáforas cantoras, pareciera no una expresión de angustia, sino de gozo por repartir lo suyo. Es constante el símbolo de la flor, como la más pura expresión de la fertilidad y la belleza. Aquí la flor, distinta del símbolo de la fugacidad en Occidente, cobra un sentido de flor inmarcesible.
         Además, son flores de “maíz tostado” y de “cacao”, alimento básico en la nutrición de la época prehispánica, es decir, esencial para la supervivencia del ser humano. Esto dentro del poema conlleva a la repartición de la esencia de la vida, en este caso serían la flores del Dador de vida, el aliento para no morir, el anima o el alma como occidentalmente le conocemos. Así mismo, es un expresión de amorosa amistad, porque “la amistad es lluvia de flores preciosas”.
          En conclusión, este breve canto, aunado con otros de sus versos, expresa la estrecha relación del poeta -el hombre prehispánico- con la naturaleza, donde el anhelo de permanencia por algo oculta la verdad de su adiós, puesto que si fuera ese algo perenne, no habría deseo por querer su eternidad. A la vez, se trasciende, porque la tierra es él mismo, que anhela permanecer, y sólo lo logrará si repate festivimente su canto de flor esencial.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Haikus -o enseñanzas del colibrí-

Al colibrí
nadie lo enjaula, sino
el corazón.

Al colibrí
si lo aprisionas muere
de fantasía.

El colibrí
viene a picar la flor
y amor se va.

El colibrí
a libérrimas flores
aprisionado.

Al colibrí
que amas deja volar
y volverá.

Como un ángel
que viene a tu ventana
el colibrí.

Abraham Peralta Vélez 

Una sílaba

Una sílaba,
¡y ya!
Sólo,
solamente
una sílaba.

Basta,
y es más que suficiente,
una sílaba.

Digo, sí, digo.

Digo simplemente
una sílaba:

Tú.

Y no hay más que decir,
pues ya está dicho todo.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA
México D. F., 3 Septiembre 2012