viernes, 13 de mayo de 2011

Corazón vagabundo

Con el hogar del fuego,
mi corazón, alumbro entre la lluvia,
miro rostros ajenos,
descubro a las sombras como un gato
perdido, una mano
a la niebla, y a veces una trampa
hiere el fuego encendido,

mi corazón, alumbra entre la lluvia,
descubre al caminar
el rostro del deseo, la prisión
por lo ajeno, el intento
del vacío: querer ser aquella estrella
que al parecer no sufre,
que ni si quiera existe, y los hace
vestir con ropa ajena.

Y si llegasen a lograr la luz  
se deshace en sus manos,
comienza un recién nacido miedo:
un terror a ser libre,
a crear la propia arquitectura
del corazón del alma;

y se prefiere volver a prisión,
se enciende la tele
o se sale uno al bar, mientras no deja
de sangrar el impulso
de querer y querer y por querer
nunca ser uno mismo,
ni estar, estando en el hogar del fuego
en absoluto silencio.

Es fácil vestir el cuerpo a la moda,
originar deseo,
atraer para matar moscas, cercar,
pero qué arduo dolor
ser dueño de sí mismo y del impulso
del cuerpo, armonizar

el hogar del fuego, el corazón,
que es dueño de sí mismo.
Y uno se encuentra detrás, queriendo,
ser uno mismo, con el
fuego del corazón entre la lluvia.

5 de mayo, 2011. Después de una larga caminata. Abraham Peralta Vélez

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡FASCINANTE!