Niñas empobrecidas, pobres niñas,
siguen siendo la luz del hambre: llanto.
Prisioneras -cruz niña, quebranto-
por las continuas y estériles riñas.
Qué triste no mirarnos, la rapiña,
que mata y acostumbra el desencanto
para vivir, que el llanto se constriña.
La monedas son lágrimas resecas
para las dulces niñas, corazón,
romperán hoja de eterno desierto.
Ay, niñas, en la calle, tristes muecas.
Sin embargo el fuego de la aflicción
sigue siendo el corazón tan cierto.
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