sábado, 5 de enero de 2013

Cuentos proverbiales

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Una rama gruesa se quebró de un soplo, cayó por el peso que cargaba. Al tiempo, los vendavales jamás vencieron a otra rama ligera, que, por ligera, nada perdía.
Un hombre musculoso enfrentó a un debilucho, le quería robar su dinero. El debilucho sonriente se lo entregó. Le dijo: “Ten, esclavo, son tuyos mis grilletes”. ¿Quién se enriqueció?
El viejo Wilde no podía cargar su piano y llevarlo a la sala de conciertos. Apenas y podía caminar. Sin embargo, sólo él podía cargar con esas invisibles notas musicales que provocaban el llanto del más impasible dictador.
Al verse tanto en el espejo, mientras se maquillaba, perdió un vagón que la invitaba a salir enamorada. Llegó, ese día, tarde a todas partes.
En el titular, del periódico de esta mañana, venía un corrido: “No lo mató una bala/ lo mató el amor/ que aquella hierba mala/ le bajó la guardia/ al ricachón, y lo rindió.”

Abraham Peralta Vélez 

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