jueves, 21 de febrero de 2013

Emputado

¡Puta madre! ¡Putísima!
Me digo mientras llego
sucio, lunático,
en medio de la noche.
Tomo un vaso de agua.
Me lavo la cara.
Me desvisto las horas,
el smog, la zozobra,
el salón de clases,
el periódico, la impotencia,
y me siento junto a mi perro.

¡Ay, Dios, ay, Dios, dime
qué quieres de nosotros,
qué con esto, qué con esto,
de vivir para perderme,
de amar para nunca, ni por siempre!
¡Ay, Dios, ay, Dios,
a dónde voy cuando llego
cada noche como esta
con la columna hecha
un boquete de vísperas?
¿A qué verdad juegas cuando mientes
en los labios del iris,
en el corazón de la impotencia?

Cae, como una estela,
un maullido del cielo.
Ladra mi perro, ladra.
Y callo y callo y no lloro.
Estoy cansado esta noche.
Soy joven y no entiendo, pero creo,
como dicen, que por algo maulló el gato.

Y callo y callo y me aguanto
y me aguanto y callo y sonrío,
qué remedio, estoy riendo todavía,
bien vivo, vivito, vivote,
esta noche, mentando madres a luna,
junto a mi perro hermoso,
a la orilla de la impotencia,
como a la orilla de la luna,
con el eco de mi madre bellísima en la cocina,
con el eco de mi padre bellísimo en la cocina,
qué remedio, será esta noche
la suma de tantas noches como estas,
pero late mi adolescencia cada mañana,
irremediablemente,
como un baño de agua fría, limpia y enamorada.
Qué remedio, canto y no lloro. ¡Vivo!

Abraham Peralta Vélez 20 de febrero 2013
Abraham Peralta Vélez

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