lunes, 24 de junio de 2013

A la orilla del mar

Y la muerte es la luz.
Y la luz es la muerte.
Me voy desnudando
y me lleno de noche
tibia y resuelta.
La luz, dicen. ¡La luz!

II
Llegué un día a la orilla del mar, 
entregado a la nada, a la nada y el sueño.
Caminé y mis huellas de arena
de arena se perdían 
y era, más que memoria, orillado al olvido.

Llegué a la orilla de la orilla del mar

y subí rocas, altas rocas.
Era la costa del pacífico,
el corazón de vuelto, en playa Zicatela.

Cansado me senté a la orilla de una roca
entre las altas rocas a la orilla del mar. 

Observé no el mar majestuoso
sino los dientecillos de león
donde revoloteaban mariposas,
mariposas: la orilla del mar.
Observé... no el mar majestuoso,
sino los dientecillos de la muerte.

La muerte de la flor,
es, de la mariposa, la vida, 
la luz que de su muerte se extrae.
Allá en la orilla, a la orilla del mar.

Abraham Peralta Vélez 

Tierra Húmeda
Abraham Peralta Vélez TieRRa HúMEda



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