martes, 7 de diciembre de 2010

Miscelánea poética,Video y poesía de Rubén Bonifaz Nuño



Video: Entrevista a Rubén Bonifaz Nuño

Es triste saber, que los lectores releguan a poetas, ya de versos eternales, a los rincones polvorientos de la memoria, y los remplazan por poetas versos quebradizos, escandalosos, como baratos fuegos pirotécnicos...


Poema del libro Los demonios y los días, Ruben Bonifaz Nuño.

Decir: nunca más. Y ver entonces
que nunca ha podido existir nada;
y sentir que un vértigo nos derrumba,
y rodar, caer hasta el fondo
sin hallar un clavo en que agarrarnos.

Es dulce decir "te amo"; decirlo
muchas veces, irlo repitiendo
junto a cada oreja que pensamos
que nos oye; siempre, sin que nos canse.

Cuando llegas tú, se descubre,
sin dejar lugar a dudas, que hay algo,
una solitaria llave de oro
en un ramo oscuro de viejas llaves,
que abrirá una puerta escondida,
una puerta plácida y secreta
que hace mucho tiempo que busco.
Pero tú no llegas; no entiendes
los nombres que yo te doy al llamarte.

¿Para qué nos sirven las palabras
si no son capaces de nombrar, si no pueden
ser jamás oídas? ¿De qué nos valen
la memoria, el sueño, la alegría,
cuando no conducen a estar con alguien,
y arden, y se queman, y nos consumen
hasta los rescoldos, las cenizas, el viento?

La mejor belleza que encuentro
en todas las cosa de los hombres
es la que se guarda en los puentes.
No quiero explicarlo, pero es muy simple:
encima de todo lo que transcurre,
sobre incontenibles aguas que arrastran
cadaveres, techos, ramas, espuma,
es posible, es fácil que se encuentren
manos que por siempre se creyeron
separadas, ojos que no miraban
y que ya se miran con otros,
pasos que se cruzan con otros pasos,
y voces y lágrimas y canciones
que se reconocen, que se juntan
y se saludan como parientes.

1 comentario:

César Arenas Moreno dijo...

Qué fácil sería para esta mosca…


Qué fácil sería para esta mosca,
con cinco centímetros de vuelo
razonable, hallar la salida.

Pude percibirla hace tiempo,
cuando me distrajo el zumbido
de su vuelo torpe.
Desde aquel momento la miro,
y no hace otra cosa que achatarse
los ojos, con todo su peso,
contra el vidrio duro que no comprende.
En vano le abrí la ventana
y traté de guiarla con la mano:
no lo sabe, sigue combatiendo
contra el aire inmóvil, intraspasable.

Casi con placer, he sentido
que me voy muriendo; que mis asuntos
no marchan muy bien, pero marchan;
y que al fin y al cabo han de olvidarse.

Pero luego quise salir de todo,
salirme de todo, ver, conocerme,
y nada he podido; y he puesto
la frente en el vidrio de mi ventana.