martes, 25 de enero de 2011

Metamar y el marinero

Metamar y el marinero, es un canto estremecedor y el anuncio de un poeta cantor del mar y ferviente devoto del amor que, al igual que la poesía, nos salva, nos consuela y nos ayuda a no dejarnos abatir por los golpes bajos con los que, a diario, la vida, porque y sí más, nos suele sorprender en mitad de sus inesperados vaivenes.

Juan Cervera Sanchís.México DF, 26 de mayo, 2009.

Metamar y El Marinero

lunes, 24 de enero de 2011

Al danzón


Suena la tuba y el tacón
y el timbal tamborilero,
lleva el piano la canción
que aprisiona mi sendero.

Entre trompeta y trombón,
enagua, flor y sombrero,
la Muerte baila danzón
y su baile es tan certero.

Sensual baila el basilón
entre faldas y falderos,
que es la vida su danzón
y danza, ay, que me muero.

Burla ella mi corazón
romántico y sin sendero,
se burla de mi razón
de ser en el mundo fiero.

Ay, Muerte en mi corazón,
andaré un día ligero,
cuando huya mi pasión
y este andar lastimero.

Suena el güiro susurrón
con el bajo matancero,
el violín llora viajero,
misteriosa seducción.

Ay, del baile pasajero,
triste baile de salón,
bailará mi corazón
con tu fúnebre bolero.

Ay, Muerte en mi corazón,
mi amor en ti es viajero,
y eres tú, sensual razón,
de este latir pasajero.

 Abraham Peralta Vélez

sábado, 22 de enero de 2011

LUCES - PABLO DE ROKHA (13)


Niña de las historias melancólicas, niña...

Niña de las historias melancólicas, niña,
niña de las novelas, niña de las tonadas
tienes un gesto inmóvil de estampa de provincia
en el agua de otoño de la cara perdida
y en los serios cabellos goteados de dramas.
Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente
como la eternidad encima de los muertos,
recuerdo que viniste y has existido siempre,
mujer, mi mujer mía, conjunto de mujeres,
toda la especie humana se lamenta en tus huesos.
Llenas la tierra entera, como un viento rodante,
y tus cabellos huelen a tonada oceánica,
naranjo de los pueblos terrosos y joviales,
tienes la soledad llena de soledades,
y tu corazón tiene la forma de una lágrima.
Semejante a un rebaño de nubes, arrastrando
la cola inmensa y turbia de lo desconocido,
tu alma enorme rebasa tus huesos y tus cantos,
y es lo mismo que un viento terrible y milenario
encadenado a una matita de suspiros.
Te pareces a esas cántaras populares,
tan graciosas y tan modestas de costumbres;
tu aristocracia inmóvil huele a yuyos rurales,
muchacha del país, florecida de velámenes,
y la greda morena, triste de aves azules.
Derivas de mineros y de conquistadores,
ancha y violenta gente llevó tu sangre extraña,
y tu abuelo, Domingo de Sánderson, fue un hombre;
yo los miro y los veo cruzando el horizonte
con tu actitud futura encima de la espalda.
Eres la permanencia de las cosas profundas
y la amada geográfica, llenando el Occidente;
tus labios y tus pechos son un panal de angustia,
y tu vientre maduro es un racimo de uvas
colgado del parrón colosal de la muerte.
Ay, amiga, mi amiga, tan amiga mi amiga,
cariñosa lo mismo que el pan del hombre pobre;
naciste tú llorando y sollozó la vida;
yo te comparo a una cadena de fatigas
hecha para amarrar estrellas en desorden.

sábado, 15 de enero de 2011

Un hombre ha muerto


Un hombre ha muerto, se llevó mis ojos.
Dime, amor, dime amor: ¿Cómo te voy a ver?
Un hombre ha muerto, se llevó mis manos.
¿Me puedes tú decir, ¡oh, amada amante!,
cómo será posible acariciarte?
Un  hombre ha muerto, renunció a mi sombra.
Amor, ¡ay!, dime, amor:
¿En qué rayo de sol colgaré mi sombrero?
Un hombre ha muerto, te dejó mis trajes,
mis zapatos, mi pluma, mis corbatas...
Dime, amor, dime, amor: ¿qué harás con todo eso?
Las  corbatas, los trajes, los zapatos,
los podrás envolver y darlos al asilo;
pero dime tú, amor: ¿en dónde encontrarás
al hombre enamorado que acepte hacerse cargo
de mi pluma decidido a escribir
versos de amor al aire de tu pelo?
Un hombre ha muerto, se llevó mis labios.
Ya nunca más, amor, podré encenderme
de besos en tu boca.
¡Qué terrible es la muerte, amada mía!
Caben en ella todas las amnesias
y todos los recuerdos también caben en ella.
Un hombre  ha muerto, se llevó mi vida.
Dime tú, amor del alma, si aún muerto quepo en ti
y así, pese a mi muerte, no moriré del todo
en tanto que tú  vivas y me lleves contigo,
incluso  hasta  la  cama con tus nuevos amantes.
Un hombre  ha muerto, lo dejó aquí todo.
Dime, amor, dime, dime: ¿cómo entonces
alguien se fue si no se llevó nada?
Un hombre ha muerto...suponía ser  yo.

       JUAN  CERVERA  SANCHIS

Poeta, muchacho mexicano. Tierra Húmeda


Mi pájaro no es azul y mi mujer tiene heridas
en los ojos. No tengo canción desesperada.
Ni soy un maldito, ni vanguardista, ¿quién soy? No lo sé,
apenas puedo decir: un hombre que camina.

Busqué hacer piruetas con la lengua, 
era inútil crear la metáfora ambigua y colorida:
vacía estaba la palabra, intransferible. He llorado, he intentado
versar a un ritmo clásico, siempre se me rompe.
Creo que mi voz no es mía, es del mar, viejo y agitado.
A veces, lo he logrado, un par de versos, que leo
y releo a la única lectora, que puede comprobar un poeta.

Jamás me he puesto el gafete de capitán, ni andaré
en la moto del héroe. En el futbol he sido portero en equipos malos
y he recibidos algunos golpes y amigos. He trabajado
en algún puesto de hamburguesas, repartido el agua a las vecinas,
y ni la universidad, ni los talleres sirven al poeta,
la lectura y en solitario he encontrado los versos,
las lágrimas, el camino del Haijin, el poeta, el romero.
He conocido buenos amigos, como en los días de infancia y escuela. Nada más.

Recuerdo, de la infancia, los parques, las palomas,
de un pueblo llamado de la Flores. Los juegos de video,
las caricaturas y a mis perros. Mi madre, ay, mi madre
siempre cocinando, de aquí para allá. Los hermanos
de juego y sangre. Mi padre que llegaba, a lo lejos
la camioneta de viaje, el claxon, luego el chiflido;
venía de algún tianguis lejano, con olor caldoso, de pueblo.

Conocí la literatura ya tarde, cuando se rompió el niño.
Mis antecesores son recios, ignorantes y, a ratos, alegres.
Albañiles o comerciantes. Amas de casa o comerciantes.
La poesía la han encontrado con Dios en los días tristes,
y los domingos van las comadres a la iglesia y al café.
La literatura es para ellos adorno de sala, buen porte.

He visto algunas cosas, no he estado en ninguna guerra,
ni en hambre de semanas, tal vez de días, nada más.
Pero a veces la situación ha estado en guerra,
el cuidado al abuelo enfermo, triste y consumido,
bromista… la abuela llorando y el bebe con hambre,
¡qué no quiere teta! Es la muerte madre, la muerte.

Algunas procesiones con mariachis y smokings,
en funerarias de café y cigarrillos;
o silenciosas y pesadas cargas de madera y polvo, 
perseguidas por una tierrosa tambora,
con el sol a cuestas, lentas, como no queriendo llegar a su sitio.
Flores sin nombre, que hieren el asfalto, de algún sucio rincón,
como una luz que irrumpe y molesta a los dormidos.

Pero, entonces ¿Qué tipo de poeta es éste de hogar,
no maldito, ni vanguardista, sin estirpe ilustrada,
de pueblo y ciudad y de pájaros rojos y grises?
¿De dónde salió éste, que camina como le da la gana?
¿Qué no canta metáfora engolada o colorida
y cree en la soledad como encuentro y ritmo?
¿Quién sabe algo? ¿Nadie, nada? ¡Es un Don Nadie!,
-grita alguno con razón- que aún riega las flores
y no tiene automóvil y el mismo pantalón de la semana.
¡Es un Don Nadie!, poeta, que camina, sueña e intenta, todavía,
contra todos los vientos celestiales y la mareas tan humanas,
todavía, intenta, tan firme, amar y crear puentes de arcoíris.

Abraham Peralta Vélez. 13 de enero de 2011

jueves, 6 de enero de 2011

CANCIONCILLAS DE LA MONTAÑA Con aprecio a Antonio Machado

Bajaba por entre la montaña,
como el agua que se escurría
cuando llovía en las noches lejanas.

Me detuve en un día lejano
a tomar de su aliento, el agua,
que refrescaba mis ánimos.

Que el corazón de la montaña,
no es invisible, ni es silencioso,
¡es el agua, es el agua!

Oh, montañita de ayer.
¿Acaso era mi sueño
el que veía al ver?

Que cuando regresé,
le dije a mi sombra:
“En el río ya no agua”;
y ella, temblando, me dijo:
"es tan triste saber,
que ha muerto lo de ayer,".

Sueño que yo era un tren,
que salió de la montaña
y sigue cruzando el río.
Porque un viejo sabio me dijo:
“ayer es siempre todavía”.

El último, Juan Cervera Sanchís

Soy el último ejemplar
de una especie en extinción.
Soy el último poeta,
que rima flor con amor,
que rima vuelo con cielo,
y cuna con luna rima
y poesía con fantasía.
Soy ese raro cantor
que no cesa de cantar
por el gusto de cantar,
como canta el ruiseñor,
que únicamente canta,
a fuerza de sentimiento
y endulzando su garganta,
para él y para al viento.
Soy, lo sé, ese ser
que, sin hoy, sin mañana
y sin ayer,
y desnudamente humano,
de antemano,
ya se sabe derrotado,
pero que sigue cantando
y sigue y sigue soñando
e inventando
que es posible lo imposible.
Soy el último, soy el último,
ese último ejemplar
de una especie en extinción
sin ninguna protección,
que, contra viento y marea,
continúa en la pelea
de vivir
con pasión
y escuchando
el hondo y bello dictado
de su siempre enamorado
corazón.

México D. F. , 6 enero 2011

miércoles, 5 de enero de 2011

PIEDRECILLAS NOSTÁLGICAS

Estas pequeñas piedras que aquí ves
a ratos se me mueren de nostalgia.
Llevan años conmigo, muchos años,
las fuimos recogiendo, allá en Andalucía,
del lecho de un arroyo, Eva Trigo Cervera,
una niña de ojos grandes y azules
y la cabeza a pájaros de colores y ensueños,
y yo, que aún todavía, no he podido,
y ando ya a unos centímetros de mi adiós sin retorno,
dejar de ser un niño con la cabeza a pájaros y a estrellas.
Estas pequeñas piedras que guardo en una orza
de suave y rojo barro y agua viva y cambiante,
hay días, y así lo siento yo en lo hondo de mi alma,
que se andan deshaciendo de tristeza,
aunque siguen ahí, en apariencia frías como el hierro,
pero yo sé, lo sé y lo siento y lo sufro;
sé que ellas, estas silentes piedrecillas,
sueñan, sueñan y sueñan y añoran y añoran
retornar al susurrante y dulcísimo lecho
de aquel humilde arroyo que, allá en Andalucía,
iba, y aún sigue yendo, rumbo al Guadalquivir,
para sumarse a su viva corriente y entregarse a la mar
de todos los olvidos y todos los recuerdos.
Estas pequeñas piedras, y yo lo sé muy bien,
se me andan muriendo de nostalgia por volver,
aunque saben que ya nunca jamás ni jamás nunca,
y eso duele en extremo de todos los extremos,
volverán al dulce y juguetón
lecho de aquel humilde y cantarín arroyo
donde un día nacieron.
Estas pequeñas piedras que aquí ves
están vivas, tan vivas como el arroyo aquel,
como el Guadalquivir y Andalucía
y nosotros y el viento que mueve las veletas
en las más altas torres de nuestros niños sueños.

JUAN CERVERA SANCHIS
México D. F., 2 de Enero 2011