lunes, 13 de mayo de 2013

Lectura poética de la semana: Fragmento de El luto humano de José Revueltas

Ante la muerte, se reúnen los hombres para el luto. Se congregan aun más que en el nacimiento. Llegan a la muerte. Ignotos se acercan, hermanos se acercan, se congregan al luto humano. Se emborrachan, se rompen solitariamente. Se originan nuevos lazos. Porque se ha quebrado una fuerza más, un cuerpo y un espíritu que implicaba una unión, una prórroga de la usanza de otros tiempos. Se ha quebrado un violento deber ser y se conserva lo imposible de exhumar, aunque nos castigue, aunque nos enferme.  
Ante la muerte, la resignación alumbra los despojos de la materia. Una esperanza trágica, mística, pura, nos llena de dignidad la vida. Porque alguien muere, nos sabemos más vivos que nunca. Ante el muro del muerto, de la muerte que nos paraliza, del más allá indecible, reventamos la idea y derrumbamos el muro, locos de eternidad, de sentido y de milagro. Una estrella, el mar, o el polvo, nos sumergen en la esperanza de que la muerte, el juicio inevitable, no es más que una purificación de la vida, un des-hacernos...


Después de esta nota introductoria, quisiera compartir con ustedes el fragmento de El luto humano, de José Revueltas, que motivó mis prontas reflexiones.

VIII
Se abandona la vida y un sentimiento indefinible de resignación ansiosa impulsa a mirar todo con ojos detenidos y fervientes, y cobran las cosas su humanidad y un calor de pasos, de huellas habitadas. No está solo el mundo, sino que lo ocupa el hombre. Tiene sentido su extensión y cuanto la cubre, las estrellas, los animales, el árbol. Hay que detenerse, una de esas noches plenas, para mover el rostro hacia el cielo: aquella constelación, aquel planeta solitario, toda esta materia sinfónica que vibra, ordenada y rigurosa, ¿tendría algún significado si no hubiesen ojos para mirarla, ojos, simplemente de animal o de hombre, desde cualquier punto, desde aquí o desde Urano? Se abandona la vida y una esperanza, un júbilo secreto dice palabras, nociones universales: esto de hoy, la muerte, una eternidad... Existo y me lo comunican mi cuerpo y mi espíritu, que van a dejar de existir;  he participado del milagro indecible, he pertenecido. Fui parte y factor, y el vivir me otorgó una dignidad inmaculada, semejante a la que puede tener la estrella, el mar o la nebulosa. Si tarde lo entiendo, este minuto en que se me ha revelado es lo más solemne y lo más grande; inclino la cabeza sobre el pecho; mi corazón es una bandera purísima.

El luto humano, José Revueltas. Tierra Húmeda

 
José Revueltas, Lecumberri. Tierra Húmeda.