El que sonríe y mira como niño: el que crea juegos impensables.
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| Ilustración: Abraham Peralta Vélez | 
Nombrado niño rebelde por los que lo conocen, la mayoría
 de cosas las transforma, invierte las letras para construir gustosas 
canciones y susurrarlas al ritmo del mar, el que patea la pelota pero 
también la enfrenta y defiende su territorio, semejante al gato, 
sigiloso pero también estruendoso, callejero por las noches pero con 
ojos de perro noble, que como pocos disfruta de la lluvia, inquieto en la
 escuela, pues no le gusta que lo regañen porque casi siempre tiene 
mocos, ni tampoco le gusta lo que le enseñan, su único consuelo es ir a 
ver a las niñas que lo cautivan y entonces él imagina llegar a la luna e
 inventar con ellas un juego de nubes interminable. Dice que no necesita
 ir a la escuela pues él en un futuro será jardinero y no necesitará de 
un método científico.
Con personas ajenas es modesto, pero en casa es gritón y
 gesticula bruscamente si algo no le gusta, pues según él, es fino con 
la comida, con su ropa, con sus juguetes y con sus libros de 
adivinanzas, ya que le molesta mucho que se los maltraten. También le 
molesta escuchar, según él, absurdas platicas de adultos, sin embargo, si 
está con su madre puede tolerar las platicas. Su madre preocupada ante 
la rebeldía de no querer ir a la escuela, lo regaña, pero cada fin de 
semana lo lleva a los parques, propiciando su próxima profesión 
y agradeciendo que por lo menos el chamaco aprendió a leer y a escribir 
para cantar juntos sus canciones.
Su mejor recuerdo hasta ahora es haber ido al mar con su
 familia, subirse a la lancha y haber sido el consentido del lanchero 
por enseñarle a pescar un gran pez, al igual que atrapar grandes 
tortugas. En sus ratos libres toca la guitarra, canta, juega a ser 
bombero, dibuja peces, flores y niñas, siempre en compañía de su perro, 
con el cual platica y juega todos los días. A comparación de sus  
compañeros no le interesan unos tenis de spiderman, dice que esas botas 
rotas le bastan para caminar de la mano con su flor predilecta: el 
jazmín. Por las noches reza, pues es fiel creyente en dios, porque le 
enseñaron que Dios es amor y él es un niño enamorado.
Para mi eterno niño, con manos de hombre, que, como 
cualquier otro niño llora hondamente en el rincón de su casa; pero con 
una buena paleta o un buen chocolate que contengan ilusión, retoma su 
alma de niño. Te quiero.
Adriana Aguilar Morales 
FELIZ DÍA DEL NIÑO
