Falló la luz eléctrica.
Internet vio apagarse su pantalla.
Se redujo el espacio, para muchos,
a un mudo punto negro.
Un hombre, entre penumbras,
se entregó a la lectura
de un diminuto libro de versos luminosos
valiéndose de un rayo de luna en su ventana.
El mundo, de repente, quedó a salvo
de frías interferencias.
El canto dulce del ruiseñor
iluminó las almas y dio voz a la noche.
JUAN CERVERA SANCHIS
México D. F. 2011