miércoles, 20 de abril de 2011

Metlac, testimonio



José María Velasco, El puente del Metlac
Ahora ha granizado
y ha faltado algo por decir.
Perdonarme, si quereis,
por insistir en las flores de Fortín, Veracruz,
pero la lluvia de abril trae consigo
la nostalgia en las nubes,
lo perdido en el río, alegre, 
de la infancia,
fundiéndose el hoy en el ayer
en una lluvia misma,
embargada de tristeza.

Un tren pasaba sobre el río,
el Metlac, lleno de inmigrantes,
y el niño, sin saber bien porqué,
descorazonado,
sentía la tristeza del exilio
-ya crecía el tiempo en su cuerpo-.
Preguntaba: “papá, ¿por qué andan
los trenes llenos de tristeza?”

Un tren pasaba, de sur a norte,
ahora lo sé, buscando el sueño
norteamericano,
donde sólo quedaba el hambre,
el sueño, el cuerpo mutilado,
y, otras veces, la muerte.
Ya joven, conocí a un hombre,
en San Miguel de Allende,
que venía de aquellos trenes
de la infancia,
y reconocí el dolor del hambre,
el hombre insatisfecho.

Hambre, trenes de sueños,
hoy como ayer y mañana
sobre sus rieles de tristeza.
Anónimos rostros,
morenos de lluvia y sol,
errantes hombres del exilio,
sacaban al niño, extrañamente,
de la ilusión del mundo feliz.

El río pasaba espumoso
por debajo del puente,
y, el tren, con el niño absorto,
de la tristeza que pasaba,
se perdía por entre la montaña.
 
Quedó temblando el puente.

Abraham Peralta Vélez, 2011