jueves, 21 de febrero de 2013

Lectura poetica de la semana: "Hoy como nunca..." de Ramón López Velarde

Este poema, "Hoy como nunca...", de Ramón López Velarde, es un duelo. Una presencia dolorosa, entre el amor y la tristeza, que, a través de su pasión, nos consuela. Y nos embarga hasta el llanto. Sentimos un alma verdaderamente religiosa, conmovida por el "quebradizo vaso" de nuestro cuerpo. Un duelo, en fin, y no resuelto, llevado con la técnica precisa de la palabra domeñada; de la conmoción esgrimida con arte.


A Enrique González Martínez

Hoy, como nunca, me enamoras y me entristeces;
si queda en mí una lágrima, yo la excito a que lave
nuestras dos lobregueces.

Hoy, como nunca, urge que tu paz me presida;
pero ya tu garganta sólo es una sufrida
blancura, que se asfixia bajo toses y toses,
y toda tú una epístola de rasgos moribundos
colmada de dramáticos adioses.

Hoy, como nunca, es venerable tu esencia
y quebradizo el vaso de tu cuerpo,
y sólo puedes darme la exquisita dolencia
de un reloj de agonías, cuyo tic-tac nos marca
el minuto de hielo en que los pies que amamos
han de pisar el hielo de la fúnebre barca.

Yo estoy en la ribera y te miro embarcarte:
huyes por el río sordo, y en mi alma destilas
el clima de esas tardes de ventisca y de polvo
en las que doblan solas las esquilas.

Mi espíritu es un paño de ánimas, un paño
de ánimas de iglesia siempre menesterosa;
es un paño de ánimas goteando de cera,
hollado y roto por la grey astrosa.

No soy más que una nave de parroquia en penuria,
nave en que se celebran eternos funerales,
porque una lluvia terca no permite
sacar el ataúd a las calles rurales.

Fuera de mí, la lluvia; dentro de mí, el clamor
cavernoso y creciente de un salmista;
mi conciencia, mojada por el hisopo, es un
ciprés que en una huerta conventual se contrista.

Ya mi lluvia es diluvio, y no miraré el rayo
del sol sobre mi arca, porque ha de quedar roto
mi corazón la noche cuadragésima;
no guardaba mis pupilas ni un matiz remoto
de la lumbre solar que tostó mis espigas;
mi vida sólo es una prolongación de exequias
bajo las cataratas enemigas.

c.1917 
Ramón López Velarde
Ramón López Velarde


Emputado

¡Puta madre! ¡Putísima!
Me digo mientras llego
sucio, lunático,
en medio de la noche.
Tomo un vaso de agua.
Me lavo la cara.
Me desvisto las horas,
el smog, la zozobra,
el salón de clases,
el periódico, la impotencia,
y me siento junto a mi perro.

¡Ay, Dios, ay, Dios, dime
qué quieres de nosotros,
qué con esto, qué con esto,
de vivir para perderme,
de amar para nunca, ni por siempre!
¡Ay, Dios, ay, Dios,
a dónde voy cuando llego
cada noche como esta
con la columna hecha
un boquete de vísperas?
¿A qué verdad juegas cuando mientes
en los labios del iris,
en el corazón de la impotencia?

Cae, como una estela,
un maullido del cielo.
Ladra mi perro, ladra.
Y callo y callo y no lloro.
Estoy cansado esta noche.
Soy joven y no entiendo, pero creo,
como dicen, que por algo maulló el gato.

Y callo y callo y me aguanto
y me aguanto y callo y sonrío,
qué remedio, estoy riendo todavía,
bien vivo, vivito, vivote,
esta noche, mentando madres a luna,
junto a mi perro hermoso,
a la orilla de la impotencia,
como a la orilla de la luna,
con el eco de mi madre bellísima en la cocina,
con el eco de mi padre bellísimo en la cocina,
qué remedio, será esta noche
la suma de tantas noches como estas,
pero late mi adolescencia cada mañana,
irremediablemente,
como un baño de agua fría, limpia y enamorada.
Qué remedio, canto y no lloro. ¡Vivo!

Abraham Peralta Vélez 20 de febrero 2013
Abraham Peralta Vélez