lunes, 5 de diciembre de 2011

EL OJO

Para mi amigo Alonso Marroquín
Ibarra, quien el día de hoy nos dijo
hasta pronto.  
El ojo inquisidor del fiero sol
gritaba fieramente en los cristales
de las mudas ventanas de tu casa
quemando las persianas entreabiertas
de tus desvencijadas fantasías.
La secreta memoria de la vida
platicaba con la raíz oculta del olvido.
Un cementerio azul de absortas mariposas
disecadas creía volar a fuerza de escarlata
por las escandalosas hogueras de la aurora.
Un arcángel en llamas huía muerto de sed
por los espejos temblantes de las lágrimas.
La voz honda sin voz de una piedra inaudible
decía sin decir cuanto hay que decir
y a veces no decimos.
Fue entonces que intuí la verdad de la muerte
y supe que morir es realmente nacer,
a la luz de la luz, en un planeta niño
y transparente donde reina cantando en plenitud,
y a plenitud, la vida bellamente iluminada.
JUAN CERVERA SANCHIS
México D. F., 5 Diciembre 2011
http://www.fotografia366.zoomblog.com/cat/23121

Coplero y pensador

Conocí a Alonso Marroquín Ibarra en una caminata por la calle de Nuevo León, col. Condesa, en camino a la primera de las cafeterías donde solíamos estar. Era una noche fría, y abierta, hace, qué pronto, algunos años. Entonces ya dejaba descubrir su nervio intelectual, el gusto y el saber, a través de su plática. Porque antes que escritor u otro oficio de lo muchos que practicó, tenía el arte, poco cultivado en este tiempo, de la conversación, era un conversador que dejaba entrever una vida dedicada a la cultura, que es la vida misma: el arte, la política, la cocina, la historia, el mercado, las matemáticas... cualquier asunto de interés, podría afirmar, enciclopédico era Alonso Marroquín Ibarra. Preciso como pocos tenía el gusto por compartir lo que era, que era lo que sabía y dudaba también, a través de su trajinante vida por la tierra y por los libros. Llegaba a mezclar anécdotas, con los más delicados asuntos, e iba constante, sin letargo alguno, al sitio que provocaba una pregunta, sin olvidar los chistes, o el dicho popular. Como un artesano que amaba cada minucia de su material era Alonso Marroquín Ibarra, un artesano de la palabra viva.
Él era uno de mis maestros sin cátedra de salón, ni exigencia de cuentas, ni estribo; él sigue siendo porque todavía no ha dejado de ser, ni dejará por entero este mundo, porque ha sabido sembrar su ser por entero. Y más que maestro, amigo, porque me ha enseñado. Nunca morirá su actitud, a veces inquietante, otras poesía, y otras agresiva. Recuerdo sus tribulaciones en otro lugar: íbamos de la pozolería al mercado, del mercado al café, y de vuelta. Descubría su ser a través de sus conocidos: el bolero, el carnicero, el periodiquero, el pollero, el verdulero... él sentía y a la vez era parte ellos. De distintas maneras conocí a Alonso Marroquín Ibarra, pero siempre inquebrantable.
A veces hasta muy de madrugada platicábamos, pues Alonso pocas veces dormía, o dormía poco. Nervioso, ahora quiere dormir para siempre. Me cuesta verlo como no era, como no es. Adolescente siempre Alonso Marroquín Ibarra. Coplero, y pensador. Nosotros nos quedamos en este mundo "chobojo". Porque "chobojos todos", sin embargo, unos, como él, han intentado dejar heridas luces, abrir un derrotero, lejos del lugar común a donde gustan olvidarse todos. Adiós, amigo, adiós. Yo tan joven y ya viejo, porque mueren los amigos, los abuelos, y uno acumula infinitas vidas en una vida. Adiós.


LLANTO DE ADOLESCENTE
sol, has venido alumbrando
en tu rincón, has dejado
tu inacabable simiente.


Ideas, ideas, adolescente
sol, que tú nos has dejado
la ilusión de un nuevo prado
libre, cada uno, y ardiente.     

Llanto de adolescente
sol, la muerte ha quedado
sin matarte, enamorado
cantor; quedas en mi mente,

en mi corazón viviente.
Tú lo has dicho y cantado,
un poema de amor alzado
falta a mi pobre gente.

Mi llanto adolescente
brota herido, atado,
pero mi canto alado,
cantor, brota libremente. 

Abraham Peralta Vélez, en memoria.