domingo, 31 de julio de 2011

Reconocimiento al poeta Juan Cervera Sanchís, desde Chile, Valparaíso


Adiós al primer la mar

-->
El sol está ocultándose el suave
atardecer;
                 el niño, sin más años
que una nube, llora y llora,
a la orilla del mar; porque el oleaje sin fin
tiene, por fin, el adiós, cual último
regalo, deleitable y triste.

"Caracolitos, caracolitos,
díganme, qué dice el Universo?"

El niño, cuerpo de arena,
ya temblando, ya el viento de la noche,
ante la irremediable partida,
se lleva la triste mar en sus manos.

“Caracolitos, caracolitos,
díganme, qué dice el Universo?”

Cabizbajo, va adonde sus padres
le gritan;
               “¡Hijo, vámonos,
no llores, otro verano será
que a esta playa volveremos!”

Estar alegre en mar le parecía
inacabable;
                  pero ¡oh, muerte,
que por matar das vida a lo perdido!

Acabó la respuesta de la mar primera,
y el niño, descalzo y arenoso,
iba en el coche, oprimiendo el llanto,
enrabiado de preguntas.

“Caracolitos, caracolitos,
díganme, qué dice el Universo?”

Y, aunque sí volvió muchas tantas veces,
jamás volvió a hallar, aquel satisfecho
y primer “la mar”,
que oyó a el mar le decían
los lancheros con acento tempestuoso.

Abraham Peralta Vélez, 2 de julio de 2011

sábado, 23 de julio de 2011

JUNTOS

Para Adriana Aguilar Morales, Caracola, amor de mi vida

Ella y yo. Abraham Peralta Vélez
No lo sé, ¿a dónde vamos?    
dime, ¿a dónde llegaremos?
No lo sé, mas de la mano, 
amor, por motivo iremos.

Para amarte iremos, vamos,
sin sitio, a cualquier lugar.
¿Qué va si nunca llegamos,
si arraigamos, donde sea, 
el firmamento del hogar?

No muere porque andamos
incompletos de nosotros.
Me haces falta. Sin otro,
sin ti, no soy nada. Ven, seamos. 

No sé hasta cuándo. Mas hemos
florecido de la mano,
amor, por motivo iremos.
¿Qué va lo yerto y lejano,
si siendo se es, y florecemos?

Anda, sonríe, si triste,
si la muerte llega, cualquiera
dirá lo hermosa que fuiste
cuando el amor nuestro era.

¡Seamos, seamos, seamos,
en siembra, en cosecha,
en florecido fuego seamos,
y cuidemos la flor ya hecha!

Abraham Peralta Vélez, 24 de julio de 2011

Canto a Rodrigo Arenas Betancourt

-->
Rodrigo Arenas Betancourt










Desesperado amante de la vida
este hombre se muere mientras deja su huella
en el polvo del tiempo y juega con el barro y con el bronce
y se vuelca en la tinta y los colores
descorchando emociones embriagantes
con las arterias rotas de humanidad en vilo.

Este hombre que al arte y al sexo de la luz
lo ha consagrado todo con creadora pasión,
trae el dolor del mundo en la mirada
y, en sus manos de antiguo campesino,
mil doradas mazorcas y una sed insaciable
que lo mantiene en pie y enamoradamente caminando
por el filo infinito de sus propios abismos
coronado de semen y matrices genésicas.

Abismal, y a la vez luminosa criatura,
este hombre esculpe sueños con ojos prometéicos,
heridas guacamayas, cristos de cera triste
y sombras de lanceros que, un Bolívar desnudo,
imponente y brioso, transmuta en dimensiones de nerviosos luceros.

¡Oh, este hombre rotundo que revibra en sus cárceles
y en las anatomías múltiples de sus fueros internos
arrojando cartílagos y venas al futuro,
al tiempo que se expande en contenidas llamas
cual la flor imperiosa de un caballo salvaje
trotando y a galope como un río de hermosura
desatado en tormentas por las tetas nutricias
de una joven mujer preñada hasta los ojos de mil voces corales!

Hombre de fantasías como lechos nupciales
y realidades ásperas como un banco de espermas.
Hombre en verdad mirífico y, en su cuerpo, finito
como el pan sudoroso y amargo de los pobres.
Inexplicable hombre este Rodrigo Arenas Betancourt,
que se explica en sus piedras amantísimas:
en la pizarra negra del sol cruel que nos hizo
y en el basalto verde que a ratos nos consuela y nos alienta
al darnos por entero al orgasmo del ónix opalino.
Locura de este hombre, de este artista traslúcido
del acero y del bronce, que es todo viento y fábula.

¿De dónde, oh, Dios, decidme, de dónde extrae este hombre,
único y asombroso, las vastedades cósmicas
que hacen de su vida y de su arte tal cúmulo de pasmos?

Si alguien se lo encontrara en el camino,
sin sospechar sus signos ni conocer sus partos
y las sumas creaciones de su genio, probablemente, lo confundiría
con un fútil y oscuro peregrino y, acaso, compadecido de él
le ofrecería una dádiva como a cualquier mendigo.
Y es que Rodrigo Arenas Betancourt, visto únicamente
con los limitadísimos ojos de nuestra cara,
pasaría sin más por un Don Nadie, por un indio paupérrimo
con unas cuantas gotas –quizás- de sangre blanca corriendo por sus venas
y transformada en barba jaspeada de ensueños
y dolientes carencias jamás nunca saciadas.
No es fácil sospechar, a ojos vistas, al hombre,
mucho menos al genio.
¡Oh, Arenas Betancourt! ¡Oh, Rodrigo!: Mío Cid siempre ganando
batallas a la vida con la pasión del arte entre las manos.
¡Oh, artista y hombre ingente con húmedas raíces vegetales
y alma de surco ubérrimo florecida de múltiples cosechas!

Artista. Espejo. Mundo. Hombre. Pluma. Universo.
Trinitario volcán. Himno testicular. Místico en vuelo.

¡Oh, gran Rodrigo Arenas Betancour!, padre infín de las formas.
Síntesis del poder misterioso del mar que, tierra adentro,
se levanta en montañas y se extiende en llanuras
y se aquieta de súbito en la fuente de un beso, como un niño.
Línea honda en la mano abierta a la esperanza,
entre charcos de sangre de su amada Colombia.
Fuerza inconmensurable y en estado de gracia
y en continua creación y acción incontenibles.

¡Oh, Arenas Betancourt! ¡Oh, Rodrigo terrestre y solar!
Siempre humano Rodrigo, humanísimo siempre
y siempre amigo y hombre y cabal hasta el cielo,
y apasionado siempre por la vida y el arte y las ideas más nobles.
Rodrigo, que los dioses, te sigan dando fuerza para domar la piedra,
el acero y el bronce, la caoba y el mármol,
el yeso y el concreto, el cemento, la tinta, el poliéster;
la pizarra y el ónix, en donde vivarás ya para siempre
contra la inevitable muerte que habrá de dispersar
tus carnes y tus huesos en la paz de la Tierra,
nuestra madre, como si fueran santas
y anónimas semillas de maíz y frijol.
¡Oh Rodrigo Arenas Betancourt!,
sumo escultor de América y viejo y admirable amigo mío.

JUAN CERVERA SANCHIS
MÉXICO D.F, 2010 

El bolivar desnudo
Monumento a los lanceros


miércoles, 20 de julio de 2011

Hemos nacido

Abraham Peralta Vélez
-->
Cada elemento guarda
un deslizarse de historias
para ser, muriendo, vivo.

Se enraíza en el viento
espiral de la memoria.
Lo oculto se hace próximo
a través de la corteza.

Cerca y distante roca,
espejismo de la flama
que oculta está latiendo
en su áurea geometría.

Nadie es nadie, al ser,
ha nacido para morir;
y muerto y redivivo
nunca acaba de nacer.

Por más que sea grieta,
sin fuego de flores,
algo ha germinado
sino es que la grieta misma.

Cada hombre guarda,
como cada cosa,
un corazón de historias.

Un vibrar de emociones.
Detrás de todo se oculta
el firmamento de lo mínimo.

Sin embargo, al descubrir
el velo de la chispa,
se encuentra el universo.
¿Quién será la roca
que brilla bajo el sol?
¿Y en la muerte la vida?

¡Ay, pobres de nosotros,
afuera y adentro, nuestro hogar
es el andar del extranjero!
¡Paradójica ¿vida, muerte?!

¡Ay, sólo se acaricia
la corteza de la luz!
¡Ay, irremediablemente
al ser ha sido lo que será!

Nacer ha sido la vida,
hallarnos sin quererlo,
ir de una muerte ha otra,
de un sueño ha otro;

incluso incrédulos,
el suicida y el asesino,
sin creer en el futuro,

ya presentes,
irremediablemente, nacer ha sido.

Abraham Peralta Vélez, 14 de julio de 2011

Aquella tarde


Aquella tarde
retornaron mis muertos.
Supe que estaban vivos,
que vivían mis muertos
más allá de la vida
y que el único muerto
aquella tarde
no era otro que yo.
Yo, yo, sí, yo
era el único muerto
aquella tarde.
La tarde aquella,
la rara tarde aquella,
aquella tarde
en que la luz y el aire
olían profundamente a Dios.
JUAN CERVERA SANCHIS
Claustro Franz Mayer.
México D. F., Sábado 16 Julio 2011

domingo, 10 de julio de 2011

Más allá del deseo

-->
Más allá del deseo,
donde el amor florece,
donde la vida canta en armonía
con la clara energía de la luz
y la euritmia sin fin de la galaxia,
tengo yo patria, tengo
historias que contar
entre el calor sagrado de tus brazos.

Más allá del deseo,
de la sed y del hambre,
compartiré contigo la ruta de los besos,
el vino transparente del tiempo detenido
en las cuerdas dormidas de los violines niños.

Más allá del deseo
alzo un vaso de amor rebosante
de niñas ilusiones
y bebo hasta embriagarme
mientras brindo contigo
por la fragilidad de nuestras vidas
y el aire eterno y dulce
del invisible aliento del misterio,
presente en todo cuanto, inevitablemente, nos rodea.

Más allá del deseo,
donde el amor florece,
compartiré contigo
la poesía integral de la Creación,
que se crea, se descrea y se recrea
y, maravilla extrema, siempre maravillada,
maravillosamente vive y vive
y nunca jamás nunca deja, oh, sí, de vivir.

JUAN CERVERA SANCHIS
México D. F. , 1 Abril 2008

lunes, 4 de julio de 2011

Palabra de honor

-->
Qué difícil unir, a cada paso,
la palabra, Amor, con lo vivido,
y andar amando, trascendido.

Ser loco, envolverse de las raíces
lejanas, cuando el alma se alzó,
en el austral remanso solitario,
creyendo en el fuego que forjaba.

Qué difícil andar amando. Qué
de pronto, el camino se nubla pasado,
y ya no es, la luz, nuestra, serena.

Entonces, a sangre y alma, herimos
olvidados de nosotros.

¿Por qué al enfrentarnos a la vida,
violentamos el fuego, la fogata,
que nos sirvió de hermosa compañía,
en la noche, tanto menos, sola y triste?

Qué hermoso será el día cuando logremos.
“Yo soy mis palabras”. En cambio
no hemos sido, el sueño enamorante.

Porque el fuego se disipa, y mudan
los pétalos encendidos; ruego
no sea en mí del fuego la mudanza.

No me olvides, Amor, y no te olvido,
no me desampares, llévame,
seamos un solo fuego trascendido.

Abraham Peralta Vélez, 26 de junio de 2011

Cuando ayer es mañana


Cuando ayer es mañana y mañana es ayer
y nunca es siempre;
cuando los eucaliptos se creían encinas
y los cuervos palomas; cuando yo no era yo
y tú ya no eras tú supe que no sabía
y los verdes más verdes eran raros violetas.
Tiempo aquel ya destiempo de confusión y asombro
donde nadie alcanzaba a descifrar quien era.
Las hembras aspiraban a ser machos
y los machos soñaban con ser hembras.
Las ratas y los sapos desfilaban,
tuertos los sapos y las ratas cojas,
tatuados de absurdo y vestidos de frívolos
y locos colorines, pregonando su orgullo.
Orgullo, orgullo, orgullo,
¿qué es eso del orgullo pregonado?
¡Ah la vieja comedia irracional!
La estupidez parece que no tiene remedio
en este pobre mundo cada vez más estúpido.

Cuando ayer es mañana y mañana es ayer
y nunca es siempre;
cuando las rosas blancas se negaban a ser geranios rojos
y el sol cada mañana volvía a iluminar el horizonte
y se escuchaban las revoltosas risas de los niños
y la vida seguía y seguía su rumbo
creyendo a toda vida en ella misma;
uno, no con orgullo ciego, no con torpe soberbia,
sí con sencillo amor, seguía sin más cantando
y, humilde y bellamente, creyendo por igual
en la mujer y el hombre y en Dios y en la poesía.

JUAN CERVERA SANCHIS
México D. F., 4 Julio 2011

sábado, 2 de julio de 2011

MARGARITA MICHELENA LA MUERTE EN SU POESIA

-->
Por Juan Cervera Sanchís

Nacida el 21 de julio de 1917 en Pachuca. Muerta el 27 de marzo de 1998 en la ciudad de México. Margarita Michelena. Poeta y periodista. Su legado, empero, fue la poesía. Nada mejor hizo en su paso por este mundo. Dentro de su poesía, la presencia de la muerte fue una constante anticipada.
En “La casa sin sueño”, de su libro “La tristeza terrestre”, 1954, dejó dicho: “Miro pasar la sombra. Ya estoy muerta./He muerto viva. Mi cadáver yace/ entre espejos de llanto y de ceniza.” Sus cenizas dispersas ya en el mar son parte del ustorio cósmico.
Margarita Michelena vivió esperando su muerte. ¿No es esto, queramos o no, lo que todos estamos esperando inevitablemente? En los poemas de “Paraíso y nostalgia”, que datan de 1945, ya escribía: “Yo vivo en este día que no cierra los ojos,/ esperando la muerte de esta amarga dulzura,/ la caída de mi alegría bárbara.”
Vivió, dicho con sus propias palabras, Margarita Michelena, así: “Yo, extranjera en mi carne/ y en mis propios sentidos,/ la visible y ausencia.” Mujer de extraordinaria inteligencia, poeta de lúcidas visiones y guerra interna con su propia vida, que siempre fue más de una vida. Escuchemos su canto: “Yo puedo ser dos vidas./ A las dos puedo amarlas./ A veces las sorprendo, con su canción,/ A una, jugando con mis cabellos./ Y a la otra matándome/ con Su fuego de estrella/ elegida para morir ardiendo.”
Mujer de fuegos subterráneos y, como dijera José Gorostiza -“oh, inteligencia, soledad en llamas!”- en combate perpetuo y sin tregua con la inevitable soledad humana, por más que nos vistamos de toda clase de compañías. Margarita Michelena murió, como todos, mucho antes de morir propiamente.
Continuemos prestando oídos a su canto, que fue la más sincera manifestación de su esencia: “Ajena ya a la vida siempre en joven presente,/ abstraída a la gracia/ de esperar el divino renacer de la muerte,/ yo, cancelada y sola sin huella de esperanza.”
La voz de Margarita Michelena jamás se alza para complacencia de las galerías. Su pureza poética es absoluta. Su canto un clamor integral de contenidos silencios y de una profundidad estremecedora. Canta siempre en duelo de vida y júbilo de muerte redentora. Confiesa: “Yo no he llegado nunca al final de la noche./ Y el mar existe./ Y yo deseo correr/ hacia mi entrega y a mi muerte.”
¿No es la vida, vayamos despacio o con prisa, una carrera hacia la muerte? Si lo es. La vida, finalmente, no nos aclara la última cuestión. En tanto vivimos no es posible rasgar el
velo del misterio. Hay que morir para ver, aunque sea ello un ver sin ver donde la luz lo ciegue todo. Hay que morir para escuchar y descifrar la palabra final o el expresivo y absoluto silencio.
Margarita Michelena, gran poeta, sin embargo, llega a decir: “Sólo he sido un impulso por huir de la muerte”, pero, ¿se puede huir de la muerte? Nadie puede huir de la muerte, no ya de la propia, sino tampoco de la ajena. Vivimos con la muerte al hombro y frente a los ojos. La vida, en realidad, no es más que el esqueleto de la muerte. Inútil querer engañarnos. Y Margarita Michelena lo sabía muy bien, digamos que perfectamente. Es por eso que en “Gris” escribe: “Hay una espesa muerte/ que divide las cosas.”
Es cierto, muy cierto, pero la muerte para Margarita, en “Laurel del Ángel”, 1948, es también “amorosa”. Recordemos: “Sí la amorosa./ La más plena hermosura./ La llama de
tiniebla/ y de frescura”. Muerte deseada y soñada: “Y yo era sólo un sueño y el deseo/ de morir.”
Vivir es en parte un secreto deseo de morir. En la poesía de Margarita Michelena nos vamos encontrando con harta frecuencia con la muerte: “Algo ya de mi muerte está aquí ahora”. Y continúa: “Ya no me pertenece/ la voz que está cantando a mis espaldas/ y mi puro planeta está llegando/ a ponerse debajo de mi planta/ porque ande mi memoria entre nieve.”
Memorias y olvidos. Vida y muerte. Canto. Únicamente el canto permanece. Margarita Michelena permanece en su canto, en su poesía, donde la muerte, a toda vida, nos habla de esta manera: “Deja que en este punto mi ceniza/ se caiga desde mí, que me desnude/ y me deje a tu orilla, consumada./ Que con brazos de amor –no los tuve-/ llegue por fin a la sortija de oro/ con que el misterio ciñe tus murallas.”
Margarita Michelena, periodista temida, fue por sobretodo poeta, una gran poeta, aún todavía no del todo descifrada y menos admirada y querida, la verdad suele ser antipática.
Voz la suya que nos seguirá hablando en sus poemas radiantes de vida y muerte hasta el fondo del ser: “Vivo a veces mi muerte. Me recuerdo./ Adivino mi rostro y sé mi nombre./ Y la puerta se abre. Y yo penetro/ en mi primera identidad y salgo/ de la casa fugaz de mi esqueleto.”
Libre ya de su esqueleto, Margarita Michelena, a toda muerte, es decir en plenitud de vida, por aquel “país más allá de la niebla”, entrevisto por ella y, hoy, ya, por ella habitado, en fulgor y clamor de poesía ajena a la cárcel de las palabras, las rimas, los preocupados acentos y otras rejas, vive su muerte en reunión y celebración de vida con lo seres que amó y se le adelantaron en el camino, como fueron Efrén Hernández, María del Refugio, Eunice Odio... La muerte, en suma, es el verdadero y real encuentro con nosotros mismos y con nuestra sagrada tribu espiritual.

viernes, 1 de julio de 2011

Córdoba

-->
Para Juan Rejano, andaluz de alma grande

Córdoba de la cal estremecida
en sus muros mordidos de heredades,
cabe el rey de las claras claridades
y entre cantos de almuédanos dormida.

Córdoba blancamente recogida
en el blancor azul de sus edades,
muerta y viva en un sol de eternidades
de restallante luz enfebrecida.

Córdoba candeal y aceitunera
que cultiva, entre alegres atanores,
el naranjo, la vid y la palmera.

Blanca Córdoba blanca entre rumores
de su alma popular y piconera
y sus regios y antiguos esplendores.

Córdoba –miel y cera-:
mística y sensual sabiduría
del más hondo saber de Andalucía.

JUAN CERVERA SANCHIS
México D. F.

José Vidal, Sueño y sepulcro