lunes, 28 de enero de 2013

Lectura poética de la semana: Jaime Torres Bodet, La balsa de la "Medusa", Géricault

El diplomático y poeta, Jaime Torres Bodet, encandiló mis pasos al ensueño, con su comentario al cuadro romántico La balsa de la "Medusa" de Géricault, en su texto "Misión de los escritores". Sin más que decir, les comparto la reflexión de esta semana. Gozadlo, pues.


"La Medusa fue una fragata que encalló el 2 de julio de 1816. Ciento cuarenta y nueve pasajeros construyeron una gran balsa con las maderas del barco inútil y, por espacio de doce días, se empeñaron en luchar contra la tormenta. Al término de aquel lapso, ciento treinta y cuatro náufragos habían perecido. Los quince restantes lograron ser rescatados tras de múltiples accidentes.

[...]

Dos figuras sobresalen: la de un adolescente de pie que hace con un trozo de tela blanca señales desesperadas en el vacío y la de un hombre sentado, de espaldas a esa promesa.

[...]

Pienso que nuestra civilización se halla, ahora, como la balsa en la Medusa. Un mar encrespado la envuelve. Un cielo tenebroso la cubre. Muchos son los viajeros que no han podido resistir a las tempestades atravesadas. Sin embargo, la ilusión de llegar continúa enhiesta. Y, en cada uno de nosotros, hay un hombre que reflexiona y otro que espera. Uno, que agita al aire la banderola de sus ensueños. Y otro que busca, en la estela sangrienta, la explicación del pasado y, acaso, el consejo del porvenir.

Aisladamente, uno y otro resultarían truncos, incomprensibles. El que espera, espera con deseo próximo al frenesí. Y el que reflexiona se opone inconscientemente a la realidad. Pero, juntos, ¡qué significación elocuente tienen sus actitudes! Y ¡cómo nos enseñan que, en los desastres, el equilibrio del alma consiste en una mezcla sensata de pensamiento y de inspiración!

En nuestro tiempo, ambas categorías son necesarias e indispensables. El mundo está en crisis. Un desquiciamiento total siembra la duda y el desencanto hasta en los más intrépidos corazones. No obstante, una voz nos dice que, más pronto o más tarde, volveremos a pisar esa tierra firme en la que edificaremos una nueva época, de justicia, de paz y de dignidad". 

Jaime Torres Bodet

La balsa de la Medusa, de Gericault















domingo, 27 de enero de 2013

Soneto, Olvido


Olvido vivo, voy a ser olvidado.
Olvido ya preñado, me sostengo.
Olvido ya olvidado, yo devengo.
De donde vengo, voy, soy olvido atado.

Soy ido, aunque venga, soy acabado.
Lo que gano, lo pierdo, nada tengo,
si tengo lo regalo, voy y vengo
siendo derroche, vivo de prestado.

¡Llamadme Olvido!, te visto, me calzo,
ay, corazón, a dónde me has traído.
¡Que visto de prestado tu latido!

Al azar de tu espina, soy herido.
Sin embargo, he amado. Y me alzo,
loco, por la memoria del olvido.

Abraham Peralta Vélez







jueves, 24 de enero de 2013

Lectura poética de la semana: Sensemayá, Nicolás Guillén, música y danza

En el arte, el significado no sólo es contenido, sino forma. El verso, la música, la danza, como una culebra, nos impactan con su forma, sin entender bien el estremecimiento que nos cautiva y nos mantiene alerta, atentos a sus vaivenes.

En el Sensemayá la forma es completo contenido. El rasgo físico expresa la continuación de la raza, del "rasgo definitivo del hombre", como diría Nicolás Guillén. 

El alma traspasada al cuerpo de la palabra balbuceante. Palabra, música y danza, Sensemayá. Que lo disfruten. 

Abraham Peralta Vélez 

SENSEMAYÁ
Nicolás Guillén
(Canto para matar a una culebra)
¡Mayombe--bombe--mayombé!
¡Mayombe—bombe--mayombé!
¡Mayombe--bombe--mayombé!

La culebra tiene los ojos de vidrio;
la culebra viene y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio, en un pato,
con sus ojos de vidrio.
La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas.

¡Mayombe—bombe--mayombé!
¡Mayombe--bombe--mayombé!
¡Mayombe—bombe--mayombé!

Tú le das con el hacha, y se muere:
¡dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!

Sensemayá, la culebra,
sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemayá.
Sensemayá, con su lengua,
sensemayá.
Sensemayá, con su boca,
sensemayá ...

¡La culebra muerta no puede comer;
la culebra muerta no puede silbar;
no puede caminar,
no puede correr!
¡La culebra muerta no puede mirar;
la culebra muerta no puede beber;
no puede respirar,
no puede morder!

¡Mayombe—bombe--mayombé!
Sensemayá, la culebra…
¡Mayombe--bombe--mayombé!
Sensemayá, no se mueve…
¡Mayombe—bombe--mayombé!
Sensemayaá, la culebra…
¡Mayombe—bombe--mayombé!
Sensemayá, se murió!



jueves, 17 de enero de 2013

Fuego

Fuego, amor mío, fuego.
¡Fuego!
Un segundo. Un espejo.
Una gota de vino.
Un bosque ardiendo.
Y aquí digo tu nombre
y dejó aquí la flor de una caricia.
¡Ah, el aroma, el aroma,
seductor de tus sueños!
Tú y yo. Yo y tú.
Querubines sonámbulos.
Arcángeles absortos.
La voz niña del agua.
El aire de tu risa celebrando
el suave movimiento de las hojas
dormidas del naranjo.
¡Oh, amor, amor, amor¡
Escucha, escucha, amor,
cómo gira y gira
el pequeño planeta en que habitamos.
Toma un rayo de sol entre tus manos
y ata y desata, amor,
tus siempre enfebrecidas
y locas fantasías.
No permitas que la fría realidad
le recorte las alas a tu alma.
Sigue volando, ¡vuela!
Un espejo. Un segundo.
Una gota de vino.
Un bosque ardiendo.
Arde, arde, amor mío,
y llama a llama, ¡oh, sí!,
seamos por siempre fuego.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA

Sol
Toma un rayo de sol entre tus manos
y ata y desata, amor,
tus siempre enfebrecidas
y locas fantasías.
Juan Cervera Sanchís J. y R.

Soneto

EL AMOR se columpia en tus pupilas.
En tus pasos camina hacia el jamás.
Es el beso al que siempre tornarás.
Sonríe en la hierba. Ríe flores lilas.

Cabalga en las alas intranquilas
de una gota de sangre, al compás.
Él fluye en ti, y late en ti, detrás.
En tu epidermis nacen clorofilas.

No hay odio que pueda acallarlo.
Es mentira la llaga de la luna,
pero qué cierto el rayo de su herida.

En la luz de la cruz, testimoniarlo.
El amor en la muerte presentida:
las olas de la miel mecen mi cuna.

Abraham Peralta Vélez


Luna
No hay odio que pueda acallarlo.
Es mentira la llaga de la luna,
pero qué cierto el rayo de su herida.
Abraham Peralta Vélez

Poeta nacido en el mes de enero: Otto-Raúl González

Poeta de Guatemala, Otto-Raúl González nació el 1 de enero de 1921 y falleció en México el 23 de junio de 2007. Biografría de Otto-Raúl Gonzalez

Un poema de Diez colores nuevos (1967):

DUNIA

Dunias son las sonrisas que intercambian,
bobalicones, los enamorados,
dunia es la flor que no se mira nunca,
y es dunia también la primera sonrisa
de un recién nacido.

Dunia es el color de todo lo inmaterial,
es el color de la ausencia,
el color de los adioses
y el color con que la música y la poesía
se presentan cuando echan la casa por la ventana.
La piel de un potrillo o de un becerro
de tres días es un dunia intenso,
lo mismo que las perlas en embrión,
las estrellas que no se ven desde la Tierra,
los pétalos no abiertos de las flores
y los ojos de los niños que duermen
en el claustro materno.

Lo no tocado todavía es dunia,
como la atmósfera de los espejismos
y las plumas de los pájaros
que oímos cantar, pero no vemos.

Los lagos y los ríos que nadie ha descubierto,
en estas selvas vírgenes de América
agitan aguas dunias
que dejarán de serlo en cuanto sean vistas.

Dunia... Dunia... Dunia...

Otto-Raúl González, en Alforja, Revista de Poesía, Núm. 41, México D.F., Verano 2007, p.64.

Otto-Raúl Gonzales




jueves, 10 de enero de 2013

Haikus y tus pies

Aquella torre
ensombrece la tarde,
el sol y el cielo.

El viento peina
el cabello del mar.
¡Danzan las nubes!

La pandereta
de Dios tiembla; ¡el viento
entre las hojas!

Abraham Peralta Vélez




TUS PIES me invitan al cielo
más azul y al azul
más ave, más tú en el cielo.
Abraham Peralta Vélez
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TUS PIES
A ti, como siempre, bailarina

Tus pies me invitan al cielo
más azul y al azul
más ave, más tú en el cielo.

¡Vuela tu blanco pañuelo!
Beso el talón
de tu aleteo,
vuela azul de mi consuelo. 

Acaricio un terciopelo
de cansancios limpios.
Huellas de agua que iban por el suelo.

Serrezuela, verdezuelo,
yo, canto entre plantas de la sierra,
entre las plantas de tus pies, anhelo.

Tobillos en paralelo,
alas, luz, tobillos,
¡guijarros en el riachuelo!

¡Tus pies, cielo!, donde vuelo
un minuto empíreo
y paladeo el más puro cielo.

¡Tus pies, azul, desnudo cielo,
cielo más desnudo,
desnudo más azul que el cielo!

Abraham Peralta Vélez




 ¡TUS PIES, azul, desnudo cielo,
cielo más desnudo,
desnudo más azul que el cielo!
Abraham Peralta Vélez
Link

Lectura poética de la semana: "A orillas del Duero", de Antonio Machado

Hoy comienzo una intensión nueva: escribir sobre un poema, cada semana. Porque la poesía, con reflexión y sentimiento, ¡llena las horas de pródigos saberes!
   Qué mejor manera de comenzar este propósito, que con el bueno, en el buen sentido de la palabra, de Don Antonio Machado, nacido en Sevilla el 26 de julio de 1875 y muerto en Colliere el 22 de febrero de 1939; y su poema "A orillas del Duero".

Releo y descubro, a Don Antonio Machado, sabio y emocionante de nuevo. Siempre atesoro, en el corazón de mi memoria, varios de sus versos y esto expresa mi mejor homenaje. Nada de panderetas, mi homenaje late en la memoria y la reflexión personal, íntima.  
   "A orillas del Duero" pertenece al libro, Campos de Castilla (1907-1917), escrito en la madurez y en la pena, porque había muerto su primer y gran amor: Leonor Izquierdo Cuevas; aunque esta es leña de otro fuego, subyacente a la serenidad triste, que caracteriza el ánimo de Campos de Castilla.
   El poema, "A orillas del Duero", abarca distintas preocupaciones: el yo y el paisaje; la historia y el tiempo: el ser del presente, el ser del pasado y el ser futuro, aunado narrativamente, porque "canto y cuento es la poesía"; y, más que esto, un corazón en espera, que no deja de latir jamás. 
  En "A orillas del Duero" el poeta mezcló latinismos y arabismos, como "cayado", "hollar", "espliego" -del latín-; "alcor", "barbacana" -del árabe-; el mestizaje esencial de la lengua castellana. Don Machado mostró un refinado uso de nuestra lengua, la embelleció, la llevo a la síntesis y a la hondura de la idea, desdeñoso del mamotreto y la presunción hueca.
   El poeta, entonces, "A orillas del Duero" subía por el pedregal, ensimismado.
         Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
      Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
      buscando los recodos de sombra, lentamente.
      A trechos me paraba para enjugar mi frente
      y dar algún respiro al pecho jadeante;
      o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
      y hacia la mano diestra vencido y apoyado
      en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
      trepaba por los cerros que habitan las rapaces
      aves de altura, hollando las hierbas montaraces
      de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—. 
      Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. 


   Don Antonio Machado sabía que "el que habla consigo, quiere hablar con Dios un día". El "yo, solo", habla con la transparencia de Dios entre el paisaje; no dice nada, sino va silencioso, "a guisa de pastoril cayado"; deja hablar al paisaje. No hay, si quiera, el pincelazo de una opinión. El paisaje es, abraza al solitario y lo hace suyo, ya son uno mismo el poeta y el paisaje. 
   El pasado se hace presente, el yo, habla de otro yo. El poeta narra sobre sí mismo: "yo, solo [...] subía [...] me paraba para enjugar..."; el verbo aclara toda duda. Quien se recuerda, observa un espejo de fantasía. La emoción presente de quien recuerda impregna el pasado, un velo "agrio" empaña la descripción, un velo de ilusión mítica.

                  Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
       cruzaba solitario el puro azul del cielo.
       Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, 
       y una redonda loma cual recamado escudo,
       y cárdenos alcores sobre la parda tierra 
       —harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
       las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
       para formar la corva ballesta de un arquero
       en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
       hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
       Veía el horizonte cerrado por colinas
       oscuras, coronadas de robles y de encinas;
       desnudos peñascales, algún humilde prado
       donde el merino pace y el toro, arrodillado
       sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
       lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
       y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
       ¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,
       cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
       de piedra ensombrecerse las aguas plateadas 

       del Duero.

   El yo vuelve a ser embebido por el paisaje. El entorno descriptivo se encuentra en un primer plano narrativo. Da la sensación del sueño penetrante: ¿se estuvo o se es invento? El "buitre" "solitario" en el "puro azul del cielo" parece un parangón del poeta, solo, capaz de adentrarse sin estar, estar sino volando. La distancia, de aquella orilla del Duero, se hace presente en el recuerdo. 
   Y habla, de soslayo, sobre una antigua Castilla guerrera: "el recamado escudo"; el "arnés de guerra"; la "ballesta"; la "barbacana"; aunque regada y harapienta. El paisaje nos habla, junto al poeta, de un pasado majestuoso, ahora perdido en los recodos del camino.
    A la distancia, empequeñecidos, los hombres, el ser de España. Como quien ha perdido importancia, majestuosidad en el cuadro. "Los pasajeros" del hoy, ante el ayer majestuoso, ante la serrezuela imponente, se convierten en diminutas criaturas. El hombre es apenas un movimiento nimio en la historia de España y del mundo. Lo petrifica y agiganta el poeta con su canto.
  
          El Duero cruza el corazón de roble
      de Iberia y de Castilla.
      ¡Oh, tierra triste y noble,
      la de los altos llanos y yermos y roquedas,
      de campos sin arados, regatos ni arboledas;
      decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
      y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
      que aún van, abandonando el mortecino hogar,
      como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
      Castilla miserable, ayer dominadora,
      envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
      ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
      recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
      Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
      cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
      ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
      de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.


   Iberia y Castilla, es decir, origen; ya ajado y palurdo. El ser del presente muestra su oquedad de espíritu y de materia. Sin arado, sin mesones, y sin danzas ni canciones. Nada va, sino es llevado por el río, como las piedras desganadas, hacia la mar, "que es el morir", ya dicho por el poeta Jorge Manrique, autor predilecto de Don Machado.
  "Castilla miserable, ayer dominadora, / envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora". Duele, todavía, en esta tierras mexicanas, tal desprecio de la ignorancia. La ignorancia vestida de orgullo andrajoso y vano. La ignorancia despreciativa y sabedora, que no busca más allá de sí misma, porque cree que lo sabe todo; la ignorancia absolutista, la que se extravía en su propia torpeza, la que choca con el muro, impotente, ignorante del subsuelo del ayer, donde existen dominios que le ayudarían a salir de su miseria.
    "Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; / cambian la mar y el monte y el ojo que los mira".  El tiempo, aquí, no es una abstracción, sino un hecho cargado de emoción. La poesía tiene el don, como el don de Don Antonio Machado, de vitalizar lo que podría ser un razonamiento helado, de "vivenciar" el pensamiento. El tiempo pasa en el pulso de las cosas, en el latido de los hombres, basta salir al pedregal de las horas.

               La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
      madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
      Castilla no es aquella tan generosa un día,
      cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
      ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
      a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
      o que, tras la aventura que acreditó sus bríos, 
      pedía la conquista de los inmensos ríos
      indianos a la corte, la madre de soldados,
      guerreros y adalides que han de tornar, cargados
      de plata y oro, a España, en regios galeones,
      para la presa cuervos, para la lid leones.
      Filósofos nutridos de sopa de convento
      contemplan impasibles el amplio firmamento;
      y si les llega en sueños, como un rumor distante,
      clamor de mercaderes de muelles de Levante,
      no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
      Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
      Castilla miserable, ayer dominadora,
      envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
      El sol va declinando. De la ciudad lejana
      me llega un armonioso tañido de campana
      —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
      De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
      me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
      de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.
      Hacia el camino blanco está el mesón abierto
      al campo ensombrecido y al pedregal desierto. 

   El ser del pasado se agiganta ante la artería del presente. El yo ha desaparecido por completo, velado por el paisaje y por los pensamientos. El poeta ya es aquello que lo circunda, que lo envuelve hondamente. Recuerda, quijotesco, tiempos de caballería y nobleza, de conquistas y riquezas, mientras él va perdido en la bruma de sus pensamientos, impregnados de la historia de su pueblo. 
    Vuelve el ritornelo de Castilla, la despreciativa y sabedora, ignorante. Queda un camino blanco, un ser del futuro, abierto mesón al caminante, de entre sombras y desiertos. Cierra con dos adjetivos, "blanco" y "abierto", más que simples recursos de la estética modernista, guardan el futuro, como una página en blanco y abierta, donde todavía se pueden escribir historias de nobleza.      
   "A orillas del Duero", en esta pronta lectura, nos muestra algunas preocupaciones de Don Antonio Machado: el tiempo, el ser de España, el paisaje y sus símbolos, el yo íntimo. Admirado y entristecido, por un presente que da coces de mula, aromas majestuosos de tomillo antiguo, noble, y un abierto y blanco camino todavía por andar, a guisa de noble pastor, caballeresco.
Abraham Peralta Vélez



Antonio Machado

A orillas del Duero








miércoles, 9 de enero de 2013

Canciones inútiles para ciegos y videntes

1
Toda su vida fingió
que era ciego, pues su vida
entre ciegos transcurrió.

2
Consciente de que era absurdo
hablar de la luz con nadie
decidió también ser mudo.

3
Sin embargo, pese a todo,
seguía viendo la luz
y gritando con sus ojos.

4
No hay manera de ocultar
la mentira ni cubriéndola
con la piel de la verdad.

5
El ciego de nacimiento
nunca podrá comprender
lo que el vidente está viendo.

6
Es por eso que jamás
entre el ciego y el vidente
el color se cruzará.

7
Que entre el vidente y el ciego
ni siquiera es explicable
qué es lo blanco o qué es lo negro.

8
Por ver demasiado, aquel
hombre acabó enloquecido
y pidiendo a Dios no ver.

9
¿Será verdad lo que ven
los que ven o, la verdad,
acaso será no ver?

10
No hay, pues, desgracia mayor
que nacer viendo entre ciegos
y amando entre el desamor.

Doña Vicenta Sanchís Jiménez y su sobrino Juan Cervera Sanchís

ROSA DIMINUTIVA

La rosa diminutiva
es la que más me cautiva,
no la rosa esplendorosa;
pues en la pequeña rosa
es donde el sol, concentrado,
se hace aroma iluminado,
y la esencia del amor
dándole voz al color
rinde devoto fervor
al amor enamorado.

Juan Cervera Sanchís Jiménez y Rueda







sábado, 5 de enero de 2013

Cuentos proverbiales

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Una rama gruesa se quebró de un soplo, cayó por el peso que cargaba. Al tiempo, los vendavales jamás vencieron a otra rama ligera, que, por ligera, nada perdía.
Un hombre musculoso enfrentó a un debilucho, le quería robar su dinero. El debilucho sonriente se lo entregó. Le dijo: “Ten, esclavo, son tuyos mis grilletes”. ¿Quién se enriqueció?
El viejo Wilde no podía cargar su piano y llevarlo a la sala de conciertos. Apenas y podía caminar. Sin embargo, sólo él podía cargar con esas invisibles notas musicales que provocaban el llanto del más impasible dictador.
Al verse tanto en el espejo, mientras se maquillaba, perdió un vagón que la invitaba a salir enamorada. Llegó, ese día, tarde a todas partes.
En el titular, del periódico de esta mañana, venía un corrido: “No lo mató una bala/ lo mató el amor/ que aquella hierba mala/ le bajó la guardia/ al ricachón, y lo rindió.”

Abraham Peralta Vélez 

Las piedras


Juan Cervera Sanchís J. y R.
Las piedras lloran y lloran.
Canta el agua.
Los caminos van y vienen
y vienen y van las lágrimas.
No volverán. Nunca vuelven
los adioses. Sufre y calla
la ausencia herida de ausencia.
La nostalgia
cierra los ojos y sueña.
Canta el agua.
Las piedras lloran y lloran.
Todo pasa.

NUESTRA VIDA

Suspirar y suspirar.
Sumar y sumar suspiros.
Sumar, sumar y sumar.
Nuestra vida es un suspiro.
Un suspiro, ¿y nada más?
¿Qué más, qué más que un suspiro
es nuestra vida? ¿¡Qué más!?
Un suspiro es nuestra vida,
una irrealidad fugaz.
...Hasta que al fin y por fin
dejamos de suspirar.

SE ME OLVIDÓ

Se me olvidó el recuerdo.
Se me olvidó el olvido.
Te olvidé, vida mía.
Me olvidé de mí mismo.
Se me olvidó quien soy
y olvidé cuanto he sido.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA.
Museo Franz Mayer (Claustro).
Domingo 16 Diciembre 2012. Ciudad de México.

miércoles, 2 de enero de 2013

ESPERA

A Alan Soto y a Gabriela Segueda,
amigos entrañables del mar del Pacífico

Mientras espera, solo, el pajarito,
a la orilla de la mar, ensueña
un silencio gigante de ballena,
detrás del aparente desaliño.

Se sonrosa el sol, viejo, se está ido.
El pajarito ensueña, en Barra Vieja,
ensueña un más allá que nunca llega
y llega por las olas del pacífico.

Diminuto y hambriento, el pajarito,
escucha, de las olas pasajeras,
la ola ensordecedora y eterna,
que no cesa, callada, de ser grito.

Barra Vieja, caballo en remolino,
ventarrón de la mar sola, abierta,
y pajarito solo, altas palmeras,
me llena de milagro en un respiro.

Abraham Peralta Vélez, 3 enero de 2012

Espera, Abraham Peralta Vélez


martes, 1 de enero de 2013

Dime tú

Dime tú, ¿a quien le importan
las lágrimas azules del canario?
¿Las hormigas no duermen?
¿De qué estaban hablando
en el viejo jardín las rosas moribundas
y los rayos del sol?
Si el jardinero es sordo,
¿por qué llora la música?
Un querubín travieso se reía de sí mismo.
Era tan pobre Dios que creaba y creaba,
sin descanso, universos efímeros.
El árbol de la vida, ¡ah vida mía!,
se sentía abandonado por su sombra.
Una rama, unas hojas... Nidos de colibríes.
Lo invisible visible. Déjame que te diga...
¡Oh, no, mejor me callo!
Cuanto sé del silencio
es que yo no sé nada del silencio.
Sigue gritando tú. Sigue y sigue gritando.
Yo no puedo creer, nunca he creído
y nunca he de creer
en la hojalata absurda del absurdo
e inútil griterío.
Es por eso, es por eso, por aquello y lo otro,
que quisiera saber... ¿Lo sabes tú?
¿Alguien lo sabe?
Dime tú, ¿a quien le importan
las lágrimas azules del canario?

JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA
México D. F. Colonia San Rafael. 13/12/2012

Dime tú, Juan Cervera Sanchís
HIJA

Hija de puta. La vida.
Gran hija de puta, sí.
Hija de puta la vida
y el vivir.
Vivir, vivir...¡Qué putada!
Lo bueno es que tiene fin.
Suicidas del mundo, ¡uníos!
Y...
¡Uníos suicidas del mundo!
Uníos, uníos y unir
vuestras firmes voluntades
y de una vez y decidir,
sin más cuentos ni más cuentas,
lo que hay que decidir.
Hija de puta. La vida.
Gran hija de puta, sí.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA
México D. F. Colonia San Rafael 14 Diciembre 2012