miércoles, 27 de febrero de 2013

Susurros

Las rosas en el rosal.
En el limonero...
Yo tenía un huerto-jardín.
Tenía yo un jardín-huerto.
Tenía yo, ¡ay!, tenía yo...
Hortelano y jardinero
mi corazón se vestía
del azul-amor del cielo.
Que fui yo niño, que yo,
que tenía yo un universo,
que un universo tenía
de tiernos y dulces besos,
porque tenía yo madre.
Mi madre, la mía. Sabedlo.
Las rosas en el rosal.
En el limonero,
los limones amarillos
y jugosos de mis sueños.

JUAN CERVERA SANCHÍS JIMÉNEZ Y RUEDA
Colonia San Rafael México D. F. 28 Febrero 2013


sábado, 23 de febrero de 2013

Tu dolor, tan mío

-->
Me duele que me hables
así, de ese modo,
tan quebrado, así, como roto,
como si la lluvia,
como si el dolor.
Me duele tu impotencia.
Me duele tu llanto contenido,
maniatado, no llorado.
Me duele, tu dolor, tan mío.

¡Vete a dormir! ¡Descansa!
Duerme, tu mi dolor, duerme,
vete a descansar
que me duele tu dolor.
Ya la vuelta nos traerá
un guiño de alegrías frescas.
A la vuelta de esta esquina,
ya verás,
ya verás, algo me dice
que bailará el sol
como un mimo callejero,
¡oh, alegre Marcel Maceau!
¡Cómo te hace rereír y revivir!, 
¿te acuerdas?

Porque no hay dolor que dure,
que no, no hay dolor, que no se cure.
Ya verás, tu dolor, tan mío,
será pronto,
pronto será, pronto, muy pronto olvido.

Abraham Peralta Vélez 18 de febrero 2013




Que bailará el sol
como un mimo callejero,
¡Oh, alegre Marcel Maceau!

Marcel Maceau

jueves, 21 de febrero de 2013

Lectura poetica de la semana: "Hoy como nunca..." de Ramón López Velarde

Este poema, "Hoy como nunca...", de Ramón López Velarde, es un duelo. Una presencia dolorosa, entre el amor y la tristeza, que, a través de su pasión, nos consuela. Y nos embarga hasta el llanto. Sentimos un alma verdaderamente religiosa, conmovida por el "quebradizo vaso" de nuestro cuerpo. Un duelo, en fin, y no resuelto, llevado con la técnica precisa de la palabra domeñada; de la conmoción esgrimida con arte.


A Enrique González Martínez

Hoy, como nunca, me enamoras y me entristeces;
si queda en mí una lágrima, yo la excito a que lave
nuestras dos lobregueces.

Hoy, como nunca, urge que tu paz me presida;
pero ya tu garganta sólo es una sufrida
blancura, que se asfixia bajo toses y toses,
y toda tú una epístola de rasgos moribundos
colmada de dramáticos adioses.

Hoy, como nunca, es venerable tu esencia
y quebradizo el vaso de tu cuerpo,
y sólo puedes darme la exquisita dolencia
de un reloj de agonías, cuyo tic-tac nos marca
el minuto de hielo en que los pies que amamos
han de pisar el hielo de la fúnebre barca.

Yo estoy en la ribera y te miro embarcarte:
huyes por el río sordo, y en mi alma destilas
el clima de esas tardes de ventisca y de polvo
en las que doblan solas las esquilas.

Mi espíritu es un paño de ánimas, un paño
de ánimas de iglesia siempre menesterosa;
es un paño de ánimas goteando de cera,
hollado y roto por la grey astrosa.

No soy más que una nave de parroquia en penuria,
nave en que se celebran eternos funerales,
porque una lluvia terca no permite
sacar el ataúd a las calles rurales.

Fuera de mí, la lluvia; dentro de mí, el clamor
cavernoso y creciente de un salmista;
mi conciencia, mojada por el hisopo, es un
ciprés que en una huerta conventual se contrista.

Ya mi lluvia es diluvio, y no miraré el rayo
del sol sobre mi arca, porque ha de quedar roto
mi corazón la noche cuadragésima;
no guardaba mis pupilas ni un matiz remoto
de la lumbre solar que tostó mis espigas;
mi vida sólo es una prolongación de exequias
bajo las cataratas enemigas.

c.1917 
Ramón López Velarde
Ramón López Velarde


Emputado

¡Puta madre! ¡Putísima!
Me digo mientras llego
sucio, lunático,
en medio de la noche.
Tomo un vaso de agua.
Me lavo la cara.
Me desvisto las horas,
el smog, la zozobra,
el salón de clases,
el periódico, la impotencia,
y me siento junto a mi perro.

¡Ay, Dios, ay, Dios, dime
qué quieres de nosotros,
qué con esto, qué con esto,
de vivir para perderme,
de amar para nunca, ni por siempre!
¡Ay, Dios, ay, Dios,
a dónde voy cuando llego
cada noche como esta
con la columna hecha
un boquete de vísperas?
¿A qué verdad juegas cuando mientes
en los labios del iris,
en el corazón de la impotencia?

Cae, como una estela,
un maullido del cielo.
Ladra mi perro, ladra.
Y callo y callo y no lloro.
Estoy cansado esta noche.
Soy joven y no entiendo, pero creo,
como dicen, que por algo maulló el gato.

Y callo y callo y me aguanto
y me aguanto y callo y sonrío,
qué remedio, estoy riendo todavía,
bien vivo, vivito, vivote,
esta noche, mentando madres a luna,
junto a mi perro hermoso,
a la orilla de la impotencia,
como a la orilla de la luna,
con el eco de mi madre bellísima en la cocina,
con el eco de mi padre bellísimo en la cocina,
qué remedio, será esta noche
la suma de tantas noches como estas,
pero late mi adolescencia cada mañana,
irremediablemente,
como un baño de agua fría, limpia y enamorada.
Qué remedio, canto y no lloro. ¡Vivo!

Abraham Peralta Vélez 20 de febrero 2013
Abraham Peralta Vélez

miércoles, 13 de febrero de 2013

Habito


Habito en la Ciudad de México,
hombre de a pie,
hombre de camión y Metro.
Soy uno más de tantos
entre tantos y tantos
como venimos y vamos
por el viejo Centro Histórico,
poblado de fantasmales indigentes,
tristes y pobres gentes sin trabajo
y ladronzuelos y burócratas.
Habito, pues, en la Ciudad de México,
ciudad poblada hasta el colmo de locos,
de ángeles delirantes y demonios astutos.
Ciudad en verdad única
y sorprendente manicomio.
Habito aquí y vivo y muero aquí;
y aquí canto y lloro
y aquí amo y sueño.
Aquí, en la Ciudad de México,
entre perros sin amo,
manifestantes sumidos en la inopia,
mariposas sonámbulas, aviadores sin alas,
policías y payasos callejeros.
Aquí te digo, aquí habito
y vivo y muero aquí.
Aquí, en esta gran ciudad,
nuestra Ciudad de México,
y a la vez nunca nuestra,
pero siempre amadísima
contra viento y marea y pese a todo.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMÉNEZ Y RUEDA
Colonia, San Rafael, México, D. F.
9, febrero, 2013.


Extraída del buscador de google

Ilustración: Abraham Peralta Vélez

 Juan Cervera Sanchís J. y R.

martes, 5 de febrero de 2013

Por la calle del naufragio

Como una paloma gris
cae alicaído del cielo;
deslomado y gris, plomizo,
anudado en su rincón,
el hombre, delira rabia,
delira hambre, rabia, sed.
¿Qué pasa en esta calle,
amor, llena de zozobra?
¿Qué pasa en este mundo,
tan lleno de esta calle?

Delirante, mienta madres,
la mujer de ojos topacio.
Rábido, el viejo cojo,
monologa olas fúricas,
¡espuma de mar su boca,
su boca que espuma rabia!
Por la calle del naufragio
vago y reverbero, vago.

Un buhonero revende
boletos del paraíso.
¡Y el niño perdió sus ojos,
en los ojos del paraíso!
¡Cómo está tu calle
oh, Dios, mío,
derruida a lo corsario!

Miro a un león herido
que, por esta calle,
se tambalea, se tambalea.
No sé, si tú sabes,
quiénes, dónde nos disparan.
Sin embargo, sangro,
y no encuentro la salida.

Como un perro de esta calle,
a salto de calle, vivo.
Como un perro con orgullo
resisto y al sol, le ladro,
¡qué pasa en este mundo,
tan lleno de esta calle!


Abraham Peralta Vélez


sábado, 2 de febrero de 2013

Becerro de oro

Para ellos no hay más dios
que el dios dinero. Serviles
-¡Viva el Becerro de Oro!-
ante el dinero se rinden
y, por dinero, deifican
la traición, el robo, el crimen.

Juan Cervera Sanchís J. y R.

Becerro de Oro