viernes, 4 de marzo de 2011

DELIRIO


No es la tormenta, no es el rayo, ni la soledad de estás cuatro paredes. Yo ya estaba loco mucho antes. De  niño maté moscas y lagartijas y ahora me duele  la conciencia.
Sí, yo lo sé, los locos sabemos: “No hay  más divinidad que la realidad  misma”.
Recuerdo y recuerdo y, el caballo de mis recuerdos, galopa por los pastizales de mi desesperación.Tengo que alcanzar a mi sombra. Tengo que alcanzarme a mí mismo. Y pronto.
Recuerdo, ¡ah!, y cómo recuerdo.  En Nueva York  asesiné  mil teléfonos públicos y en Roma  quinientas mitras. 
Recuerdo cuando  en Sevilla estrangulé cien botellas  como diez  mandamientos y dos  guitarras angustiadas.
“Amarás  a  Dios sobre  todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. Y los niños volaban  cometas  de  esperanza.
 Los  niños siempre están volando,  contra todos los malos vientos, cometas de  esperanza. Yo lo sé.. Los locos lo sabemos.
No, no es la tormenta ni la lluvia ni  la soledad... ¿Qué soledad, Mefistófeles?. Dime, ¿qué soledad? Tú sabes... No, no es nada, ni de aquello ni de esto tampoco.
¿Me explico? Si los ángeles... ¿quién me contó que los ángeles eran buenos? No son buenos, ¿verdad?  Ellos están fusilando noche y día al noble Lucifer en el paredón de  la  sangre. Ellos están... y nosotros somos  los únicos espectadores.
 Hay que reconocer  que nadie  tiene la culpa,  ni la Anti-materia  ni el Anti-dios que los sábados, todos los sábados, se emborracha en la cantina amarilla,  amarilla, sí, de  la Vía Láctea. Pobre Sirio, Federico,  pues  allí  ya no hay niños.
Fuimos amigos en tiempo de la bellota y en los días del caracol. Así son las cosas, qué le vamos hacer.
El villano triste lo dijo y yo no quise creerlo, pero ahora, ahorita, ahoritita que pasan hambre los cipreses del camposanto y los hornos crematorios huelen a carne quemada de inocentes yo sé lo que no sé y lo que no sé es lo que importa verdaderamente.
¡Ah!, sobre  todo sé que lo que no hago y tengo que hacer es fundamental.  Por algo me llamo cobarde en mis duermevelas. 
Sí, sí, tengo que hacer  muchas cosas. Tenemos que construir  puentes  entre  la noche y el día,  entre  lo  rojo y lo blanco, entre el fuego y el agua .
Tenemos que enderezar árboles torcidos. Alimentar  niños.  Hace falta ropa, arroz, leche, carne,  libros, ordenadores,  sueños.
La tierra  parece  un nido de gorriones sin padres, boquiabiertos.  Sí, alguien puede  arrojarnos  la  bomba. 
Tenemos que impedirlo.Tenemos que  impedir  muchas cosas urgentemente. Con la mayor urgencia. 
Los atracadores  nos cercan. Son  muy  educados. Usan trajes, camisas, corbatas de seda y anillos de oro, pero nos rodean como una   muralla China. Derrumbemos  la muralla.
Veo crecer  enormes multitudes de  pies  desnudos. Hambrientas  multitudes sin un hilo de esperanza al que asirse.
¿Qué  hombre o qué  niño  de pies desnudos me está soñando y pidiéndome ayuda?
Sin  duda sucede  algo insólito, está  sucediendo  algo  insólito- Alerta. Estemos alerta, porque...
Sí, muy pronto vamos a ver  y oír.  Dejaremos de ser ciegos y sordos. Marte está enrojeciéndose  más de lo acostumbrado. Cuidado con el monstruo. Mucho cuidado. Aunque Venus sigue teniendo  fe en el Gran Cambio, lo que no evita que los banqueros vivan aterrorizados y  Pedro el  policía  ande pensando quemar su uniforme pues ya no le cabe  su carne  en él.
 Se lo ha dicho a su  mujer en secreto y, ésta, en secreto, se lo ha dicho a su amante, Julio el mecánico y, éste, lo anda diciendo  por ahí.
Ya nadie sabe si su hijo es su hijo o su padre es su padre. Son muchos los que tienen  la  sensación de que son unos miserables  hijos de puta,  lo que no  importa  gran cosa.
Importa la sangre y la sangre se hace  río y el río  mar y, el  mar,  sostiene barcos   que  navegan y navegan, aunque  no sepan hacia  qué puerto o isla remota.
No,  no es para  morirse  de  miedo  si de  vez en vez   naufraga un barco. Los naufragios son necesarios. 
Hay  extraños peces que tienen hambre de carne de piratas, pues ya se cansaron de devorar  famélicos galeotes alimentados con sopa de  mazmorra.
 En tiempo de los  galeotes... En tiempos... No,  no hay  tiempo pasado.  No hay tiempos. Sólo  existe el tiempo con todos sus espejismos.
 El mundo está plagado de  galeotes. Fábricas, supermercados, oficinas, redacciones... Hubo y hay  muchos galeotes.  Todo  está  escrito en el lamento  de los remos.
Ahí  podemos leer una  palabra clave, palabra que  nunca deberíamos  olvidar.
 Esa  palabra  que suena  con frecuencia en los  labios de los locos y que tanto  temen  los que se autonombran cuerdos.
Palabra que se instala  fuera de las trampas de la ley y sus mañosos marcos, como la  justicia  misma.
Palabra que tanto inquieta  a los poderosos. Es  por eso  que  no duermen en paz cuidando sus  turbias riquezas  pues sienten que tras cada esquina, tras  cada  puerta,   tras cada rostro  hay un Espartaco  cibernético  asechando  la gran ocasión.
 Soplan vientos  muy fuertes.  Nadie podrá permanecer  dormido  ante  lo  que  viene.
Ha llegado  la  hora. Todos los  relojes del planeta  Tierra la van a  dar  al   unísono  y  nadie podrá dejar de escucharla.
 Es  inútil  tratar de esconderse ante  su  poder  ineluctable.  No  obstante, cuidado,  mucho cuidado, porque el enemigo está  decidido  a  todo y, sobre todo, a  morir   matando.
Sí,  yo lo  sé, los locos sabemos, y lo sabemos muy bien, demasiado bien:
 “No hay  más divinidad que  la realidad  misma”.

JUAN CERVERA SANCHÍS

ALGO SOBRE MUJERES, HOMBRES Y LA POESÍA


Ciega, llana luz. La farsa grita, a cada paso, en lo que se ve. La mujer menuda no necesita dietas y el hombre, viril verdadero, no necesita lustrar sus zapatos. No abundante, la belleza es mínima, pero sincera. Si supieran que hay detrás de la virgen, seguro, entrarían en un abismo. ¿Saben quién es la mujer solar? Lo saben, por ello, prefieren adorarla a lo lejos. ¿Quién es el del traje de la hombría? Tal vez más marica que el cristal. El hombre ni borracho, ni mujeriego, ni escándaloso. Las flaquezas han sido idolatradas. Aunque cabe también la duda en el gimnasta. De tanta contaminación de luz, nunca se ven las estrellas, ni se verán despejada la neblina. Los pétalos han engañado el tacto y el espíritu, intocable, nunca está terminado.El placer de la masturbación. Entonces, ¿nunca te amé, amada mía? El hombre, nunca ha conocido a las mujeres, por ello, la poesía. Los dildos, los pétalos, se humedecen y terminan. El amor nunca acaba, por tal su gracia, también, el regreso a la herida. Sin ilusión la muerte. Aunque hay que distinguir la farsa, del vitalismo poético. Hay espejos y hay puentes. A veces, lo hipotético ha dado en el alma.