Para ella, ella, mi vida toda
Para ti, para ti, mi vida toda.
Porque eres buena, tú, eres bonita,
como unas hormiguitas embobadas
por la miel, que rompieron
su paso marcial -himno, uniforme y
bandera-,
que murieron borrachas en la luz,
en el otoño, bien muertas de lunas de
miel.
Porque eres buena, tú, eres hermosa,
y no eres una flor inútil, ni
utilitaria,
ni lavaplatos, ni te sirvo más,
y coqueteas a Dios,
y no gustas comer en charola de
sirvientes,
y te encabrita el tacón alto y la ceja
fileteada.
Porque te basta ser para ser hermosa,
con tus pechos de qué importa
y tu aroma inmenso a gaviotas limpias.
Porque pierdes el tiempo, absoluta,
como una divagante mosca
que olisquea un ramo de sonrisas,
de café en café, sencillamente,
y te basta con ser y caminar
y sentir que construyes bondades de té.
O vas y te recuestas en la espalda de
la luz
tremulenta y suave de la luna,
o vas, me das un beso y una lágrima
como unas piedrecillas de tu fe,
y dejas sin calzones a lo ruin,
y abres ventanales a la prisa.
Porque así, tan tú misma, te quiero.
Porque eres tú, bonita,
porque eres buena, tú, eres belleza,
y nadie es como tú, tan hermosa,
y nadie, nadie, nadie, te quiere como
yo,
a cristalazos locos de poesía
y a deshoras de amor
en este mundo desenamorado.