martes, 5 de marzo de 2013

Hermosa

Para ella, ella, mi vida toda

Para ti, para ti, mi vida toda.
Porque eres buena, tú, eres bonita,
como unas hormiguitas embobadas
por la miel, que rompieron
su paso marcial -himno, uniforme y bandera-,
que murieron borrachas en la luz,
en el otoño, bien muertas de lunas de miel.

Porque eres buena, tú, eres hermosa,
y no eres una flor inútil, ni utilitaria,
ni lavaplatos, ni te sirvo más,
y coqueteas a Dios,
y no gustas comer en charola de sirvientes,
y te encabrita el tacón alto y la ceja fileteada.
Porque te basta ser para ser hermosa,
con tus pechos de qué importa
y tu aroma inmenso a gaviotas limpias.

Porque pierdes el tiempo, absoluta,
como una divagante mosca
que olisquea un ramo de sonrisas,
de café en café, sencillamente,
y te basta con ser y caminar
y sentir que construyes bondades de té.
O vas y te recuestas en la espalda de la luz
tremulenta y suave de la luna,
o vas, me das un beso y una lágrima
como unas piedrecillas de tu fe,
y dejas sin calzones a lo ruin,
y abres ventanales a la prisa.

Porque así, tan tú misma, te quiero.
Porque eres tú, bonita,
porque eres buena, tú, eres belleza,
y nadie es como tú, tan hermosa,
y nadie, nadie, nadie, te quiere como yo,
a cristalazos locos de poesía
y a deshoras de amor
en este mundo desenamorado.

Abraham Peralta Vélez







Lectura poética de la semana: I'm co-ming, Virginia, y el capítulo 10 de Rayuela de Julio Cortazar





Capítulo 10

    Las nubes aplastadas y rojas sobre el barrio latino de noche, el aire húmedo con todavía algunas gotas de agua que un viento desganado tiraba contra la ventana malamente iluminada, los vidrios sucios, uno de ellos roto y arreglado con un pedazo de esparadrapo rosa. Más arriba, debajo de las canaletas de plomo, dormirían las palomas también de plomo, metidas en sí mismas, ejemplarmente antigárgolas. Protegido por la ventana el paralelepípedo musgoso oliente a vodka y a velas de cera, a ropa mojada y a restos de guiso, vago taller de Babs ceramista y de Ronald músico, sede del Club, sillas de caña, reposeras desteñidas, pedazos de lápices y alambre por el suelo, lechuza embalsamada con la mitad de la cabeza podrida, un tema vulgar, mal tocado, un disco viejo con un áspero fondo de púa, un raspar crujir crepitar incesantes, un saxo lamentable que en alguna noche del 28 ó 29 había tocado como con miedo de perderse, sostenido por una percusión de colegio de señoritas, un piano cualquiera. Pero después venía una guitarra incisiva que parecía anunciar el paso a otra cosa, y de pronto (Ronald los había prevenido alzando el dedo) una corneta se desgajó del resto y dejó caer las dos primeras notas del tema, apoyándose en ellas como en un trampolín. Bix dio el salto en pleno corazón, el claro dibujo se inscribió en el silencio con un lujo de zarpazo. Dos muertos se batían fraternalmente, ovillándose y desentendiéndose. Bix y Eddie Lang (que se llamaba Salvatore Massaro) jugaban con la pelota I'm coming, Virginia, y dónde estaría enterrado Bix, pensó Oliveira, y dónde Eddie Lang, a cuántas millas una de otra sus dos nadas que en una noche futura de París se batían guitarra contra corneta, gin contra mala suerte, el jazz.
— Se está bien aquí. Hace calor, está oscuro.
— Bix, qué loco formidable. Poné Jazz me Blues, viejo.
— La influencia de la técnica en el arte —dijo Ronald metiendo las manos en una pila de discos, mirando vagamente las etiquetas—. Estos tipos de antes del long play tenían menos de tres minutos para tocar. Ahora te viene un pajarraco como Stan Getz y se te planta veinticinco minutos delate del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene. El pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor zás, se acabó. Lo que habría rabiado cuando grababan discos.
— No tanto —dijo Perico—. Era como hacer sonetos en vez de odas, y eso que yo de esas pajoterías no entiendo nada. Vengo porque estoy cansado de leer en mi cuarto un estudio de Julián Marías que no termina nunca.

Dos poemas de Juan Cervera Sanchís


VER
Ver y no ver.
Si vieras lo que ves.
Si lo que ves no vieras.
Si ver no es ver.
¿Qué ves cuando estás viendo?
Veo y no veo. Lo sé.
Sé que te veo y no te veo.
¡Ah, pequeño planeta!
El planeta, el planeta,
este planeta, ¿nuestro?,
que gira, gira y gira
dando palos de ciego.
Ver y no ver.
Si vieras lo que ves.
La belleza invisible llora y llora.
Los querubines juegan y juegan
con la belleza de las lágrimas
y Dios es lo que es Dios:
una inconmensurable
e inexplicable carcajada.



HAZME
Hazme un sitio
en tus sueños,
permíteme existir
en una simple gota
del río de tu existencia.
¡Oh, Amor! ¡Oh, Amor! ¡Oh, Amor!
Mi Amor. Mi Amor. Mi Amor...
Esto es cuanto te pido:
un sitio, un sitio, un sitio,
un diminuto sitio,
únicamente un sitio,
Amor mío, en tus sueños.