lunes, 4 de julio de 2011

Palabra de honor

-->
Qué difícil unir, a cada paso,
la palabra, Amor, con lo vivido,
y andar amando, trascendido.

Ser loco, envolverse de las raíces
lejanas, cuando el alma se alzó,
en el austral remanso solitario,
creyendo en el fuego que forjaba.

Qué difícil andar amando. Qué
de pronto, el camino se nubla pasado,
y ya no es, la luz, nuestra, serena.

Entonces, a sangre y alma, herimos
olvidados de nosotros.

¿Por qué al enfrentarnos a la vida,
violentamos el fuego, la fogata,
que nos sirvió de hermosa compañía,
en la noche, tanto menos, sola y triste?

Qué hermoso será el día cuando logremos.
“Yo soy mis palabras”. En cambio
no hemos sido, el sueño enamorante.

Porque el fuego se disipa, y mudan
los pétalos encendidos; ruego
no sea en mí del fuego la mudanza.

No me olvides, Amor, y no te olvido,
no me desampares, llévame,
seamos un solo fuego trascendido.

Abraham Peralta Vélez, 26 de junio de 2011

Cuando ayer es mañana


Cuando ayer es mañana y mañana es ayer
y nunca es siempre;
cuando los eucaliptos se creían encinas
y los cuervos palomas; cuando yo no era yo
y tú ya no eras tú supe que no sabía
y los verdes más verdes eran raros violetas.
Tiempo aquel ya destiempo de confusión y asombro
donde nadie alcanzaba a descifrar quien era.
Las hembras aspiraban a ser machos
y los machos soñaban con ser hembras.
Las ratas y los sapos desfilaban,
tuertos los sapos y las ratas cojas,
tatuados de absurdo y vestidos de frívolos
y locos colorines, pregonando su orgullo.
Orgullo, orgullo, orgullo,
¿qué es eso del orgullo pregonado?
¡Ah la vieja comedia irracional!
La estupidez parece que no tiene remedio
en este pobre mundo cada vez más estúpido.

Cuando ayer es mañana y mañana es ayer
y nunca es siempre;
cuando las rosas blancas se negaban a ser geranios rojos
y el sol cada mañana volvía a iluminar el horizonte
y se escuchaban las revoltosas risas de los niños
y la vida seguía y seguía su rumbo
creyendo a toda vida en ella misma;
uno, no con orgullo ciego, no con torpe soberbia,
sí con sencillo amor, seguía sin más cantando
y, humilde y bellamente, creyendo por igual
en la mujer y el hombre y en Dios y en la poesía.

JUAN CERVERA SANCHIS
México D. F., 4 Julio 2011