jueves, 31 de octubre de 2013

Mermelada


Pan tostado con aceite
de virgen y verde oliva
y suave mermelada
de naranja, día con día,
nos reconforta y alegra
y nos nutre y vivifica.

Mermelada de naranja
y pan y aceite de oliva
y sorbitos de café
con leche...¡Ah madre mía!

En Lora de los Naranjos,
del Río y las golondrinas,
los inquietos gorriones
y las muchachas bonitas,
el griterío de los niños
la vida nos dulcifica;
que las mañanas en Lora
son únicas y bellísimas
y los desayunos son...
¡Ven a Lora y testifica!

JUAN CERVERA SANCHIS JIMENEZ Y RUEDA

De "LORA DEL RÏO Y DE LAS NARANJAS"
-capricho poético- 2014




TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Lectura poética de la semana: San Francisco de Asís

Pues es dando que recibimos, perdonando que se nos perdona, muriendo como nacemos a la vida eterna.

San Francisco de Asís

San Francisco de Asís


TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Misterio

El árbol del olvido
deshoja ascuas de memoria.
¡Lluvia de estrellas!,
en el misterio de un estanque.
Y un niño, Abraham,
se desconoce a sí mismo
al abrir un puñado de huellas del camino.
Camino va a la tumba de su abuelo.
Huele a hierbabuena el camposanto.
Y un epitafio de ondas de luz
se refleja en el agua de las flores.

Abraham Peralta Vélez 27 de octubre de 2013




TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

martes, 29 de octubre de 2013

HAIKÚS

1.-En los rosales
se balancean las rosas
al son del aire.

2.-En el camino
cada paso se encuentra
consigo mismo.

3.-Vuela una abeja
sobre la malva en flor
de la cuneta.

4.-Gota tras gota
el agua en los cristales
cuenta su historia.

5.-Se abre una puerta
y el que sale no sabe
si sale o entra.

6.-Me maravillan
al filo de la acera
las margaritas.

7.-La primavera
me devuelve de súbito
la adolescencia.


 8.-Cruza una nube
el ancho cielo azul
huye que huye.

9.-Las golondrinas
vuelan sobre los charcos
locas de risa.
 

10.-Aún no ha nacido
el niño que he de ser.
Madre, tú hijo.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMENEZ Y RUEDA


TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

...

Hoy la nubes me amaron volando golondrinas
mientras un saxofón era río entre sus alas.
Los peces nunca vistos cruzaban el Atlántico
y el Pacífico, cirio azul, golpeaba
la aridez del insomnio en su noche abandonada.
Un niño por la rabia de un hacha era mordido
hoy que ya es mañana, hoy que la raíz crece.
Agita nuestras vidas la azucena herida
                                             y la matadura
de la rosa de mil pétalos llueve en la aurora.
Hoy agita sus aspas de memoria la vida.
Hoy soy ella de espuma.
                              Se emborracha la vida
en el río minúsculo de un grano vacío
en que el oro se gesta para morir el tiempo.

No sé por qué sentado hoy en la banca
de una buganvilia hora de la tarde
me dolía el pecho como si el hilo de seda
                                              se cortara.
Una lágrima de lluvia se evapora.

Abraham Peralta Vélez 27 de octubre de 2013




TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

sábado, 26 de octubre de 2013

MUDANZAS

¡El aire vuela en golondrina!
En la prisión de la herida, estoy.
¿Cuándo vendrá la mudanza
por mis macetas de maguey?
¿Cuándo mis gatos se irán por las coladeras?
El aire da surcos de bota en el portón.
Yo intento estar en tu estanque, pajarillo.
Espero. Le pregunto a tu vientre por la luz.

Abraham Peralta Vélez 27 de octubre de 2013

TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

FUEGOS

Todos los días sale sol. El aire se respira. Los pulmones de la vida abren de par en par su alas. Y uno apenas se da cuenta de la noche, porque los párpados le pesan. Y uno se da cuenta de que es pobre, porque tiene hambre, pero no se da cuenta que amanece, porque está lleno.
Sin embargo no importa, ya está dicho que miremos la ventana con nostalgia en la sala de emergencias. Ya está dicho que un segundo nos demos cuenta que amanecimos para amanecer de nuevo. Y sintamos que la muerte nos inflama al salir el sol todos días.

Abraham Peralta Vélez

TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

viernes, 25 de octubre de 2013

FUEGOS: Libros

En el aeropuerto pensé: los libros son el centro del mundo. Y en la biblioteca, callé. Mi corazón contiene galaxias indecibles.
 
Abraham Peralta Vélez

TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Lectura poética de la semana: Amor Budismo

Nunca deja el odio de existir mediante el odio; el odio cesa con el amor: es una ley eterna.
Budismo 500 a. C.
Juan Mascaró, Lámparas de Fuego, Editorial Diana, Tradición Sagrada de la Humanidad, 1972.

TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Espina

Con una espina basta,
quien lo podría pensar,
basta con una espina
que hiera la orrilla, minúscula,  
del alegre aroma,
para que el escarlata
                            de la rosa,
quede por completo
en la sombra de la espina.

Y la sombra sea la flor
y la flor espina sea.
  
Abraham Peralta Vélez 24 de octubre 2013 






TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

jueves, 24 de octubre de 2013

Juan Cervera Sanchís J. y R. 8 décadas de vida y amor, de poesía y esperanza


TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Juan Cervera Sanchís J. y R., un perfil, expreso de café cortado


Por Abraham Peralta Vélez

Aún lo veo en la mesa del café. Inquieto, espontáneo y alegre, tomaba un expreso cortado y no más. A los setenta años, solo el alma le dolía. Por sus hábitos sencillos, gozaba. Juan Cervera Sanchís Jiménez y Rueda tenía salud y parecía que acababa de nacer. Puntual, constante, nos esperaba tras la mesa del café, con su libreta, su periódico, algún libro, alguna revista y sus poemas en hojas sueltas y sus poemas que pronto, con regocijo, nos leía y nos regalaba una copia. Centrípeto, atraía la vitalidad de la tertulia. 
 
Claro en su vestir, no traía una rosa en el ojal, sino al río Guadalquivir, a las nubes, al amor, y a la herida de ser hombre. Sus zapatos cafés, con minúsculos resquicios de polvareda y cielo, lo contenían, eran ya su alma. Caminaba, siempre, caminaba, negado desde siempre a tener un automóvil, a no ir con los de a pie y a no vivir las derrotas del transporte público. Con su guayabera, recordaba "a la calor" de la Giralda y la Giraldilla, a las palmeras de su Lora del Río. Pasaba el pañuelo por su cuello, sudaba. Su ropa era prestada, porque de paso andaba. Sus pantalones a veces le quedaban grandes, porque de prestado andaba. Con miras al más allá, la vanidad no le vestía, sino la pulcritud del cielo. 
 
Y así como su indumentaria, jamás poseyó un palmo de tierra. Vino a México por amor a su amadísima Axaí y se fue dejando ideas y versos, belleza y pensamiento; se fue quedando, en este México de nadie suyo; se fue dejando por aquí y por allá rastros de vocación y se fue liberado de sus pertenencias, más que poseedor de algo. Vino a México fundamentalmente por amor, y, en consecuencia cantó e intentó por cualquier medio, como ediciones de libros, revistas, trípticos, presentaciones, tertulias, difundir la poesía. Dos grandes amores, por tanto, le dieron vida a su rebeldía: Axaí y la poesía. Juan Cervera Sanchís ha sido un poeta del amor. Su vida lo testimonia y su obra lo canta. Un amor que lo trascendía y eternizaba.

A veces llegaba vociferando al café: "nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir". Y no sólo eso, sino afirmaba que caminaba entre muertos vivos y entre vivos muertos. Jamás supimos bien a qué se refería, saquen sus conclusiones. Convivíamos, en efecto, con el autor de A orillas de un río, de los Sonetos Vegetales, de Silencios, de Carcajadas, y de Visión de la ebriedad. Vivía sus ideas, si se me permite decirlo, de manera natural, espontánea. Tenía, no un credo, sino una vibrante homilía. Verlo cada fin semana era no sólo rememorar, sino revitalizar lo dicho. Hacía sin decirlo y al decirlo, lo rehacía.

Aún lo veo, sí, aún lo veo, platicando de su ración de papaya, de su jícama, de su sopa de verduras y, con algarabía, de las manzanas. A cuenta gotas, comía. Y bebía el agua simple, superior a cualquier otra bebida. "Tomar el alimento necesario, no lo que el paladar os pida o lo que la costumbre impone", decía Krishnamurti, y parece que escucho a Juan. "Jamás descuides la salud del cuerpo. Dale con mesura comida, bebida, ejercicio y descanso, ya que armonía es todo aquello que no perjudica", Pitágoras en sus Versos Áureos, y parece que escucho Juan.

Juan Cervera Sanchís Jiménez y Rueda, lleno de memoria por sus antepasados, antes que poeta, ha sido un sabio o su vocación como poeta ha sido la de sabio. De esos que, antes que decir palabra, la viven, y al vivir en la flama de su destino no pueden helar su saber. Entonces lo cantan, estremecidos llevan la verdad al canto, imposibilitados en su fervor a la verdad abstracta, entumecida y teórica. En la máximas de Confucio se lee: "Tsé-Kung preguntó: ¿A quién llamas sabio? Le respondió el maestro: A aquel que primero convierte sus palabras en actos y después enseña". Aunque a Juan, si le preguntara, allende mi opinión, contestaría a la manera Sufi y también Socrática: "yo soy un idiota, que nada sabe". 

Abraham Peralta Vélez y Juan Cervera Sanchís

Así nos hablaba, con su breve café, expreso cortado. Eran sus aulas, los cafés: el Jekemir, el Emyr, el Gran Premio, el café del museo Franz Mayer, o en los años setenta, el clásico café La Habana. La calles eran los pasillos de su institución, las de la colonia San Rafael, Bucareli, Independencia, Artículo 123, Juárez... las calles del centro de la ciudad de México. Caminar con él, que iba con sus lentes oscuros, a prisa, era vivir su enérgico camino, perseguir sus ideas a un paso nervioso, cuidadoso, y verlo, sea dicho, mentar algunas madres para cruzar la calle. Cuestionaba y apuntalaba, reiterativo. Entre anécdotas aconsejaba al despedirse aprisa:"¡no te pierdas!"

A cualquiera le tenía una labor, una idea, una inquietud, un golpazo. Mientras lo conocí, no dejó de impulsar pequeñas ediciones, de escribir y de platicar. Tenía muy claro que la vida se nos iba. Había que aprovechar nuestro minuto fugaz. Bromista, encabronado, alegre, platicaba con los meseros, sus grandes amigos, y por su puesto perdía el tiempo con su caterva de amigos.

Tuvo destino y lo mantuvo marcado en esa mano huidiza que a hurtadillas revoloteaba. Sus ojos grises, negros, verdes, azules, se perdían sorprendidos de estar vivo. A Juan Cervera le bastaba cualquier sitio para conocer el mundo. Así como al conocerse a sí mismo descubría el universo. Creía, como pocos, en la fidelidad, en la contención de los deseos, que para él significaba libertad y liberación amorosa, descubrimiento inacabable de la amada. Hombre solitario, de pocos amigos, hacía amistad con cualquiera en su alegría. Su charla era veloz y gorrioncilla.

Escribía sus versos en una caligrafía apenas legible para el extraño, inquieto en el sillón, ante la mesa del café, con su libreta barata tamaño francesa, con su mano izquierda, recóndita, huidiza, y con una pluma Bic. Uno se iba acostumbrando a los surcos inquietos de su pluma, como quien aprecia, de a poco, la prisa de un gorrión enredado en sus sueños. Ya su caligrafía era un sello innegable. Solía escribir diario, como quien sabe que pronto terminará su camino, bajo la máxima: "lo que vayas hacer, hacerlo presto"; asimismo, escribir para él significaba vivir, vivir, ¡vivir!, de manera auténtica, en la verdad de la poesía, en "el momento poético que nos ofrece la iluminación cósmica".

Aún lo veo. Sí, hoy, como domingo de aquellos, que vine al café Emyr y no hay nadie. Estoy solo. Sin embargo, mucho inquieta Juan Cervera Sanchís J. y R. el vacío de estas mesas, porque tanto río era este hombre caminante, que permanece el eco de su cause. Puedo afirmar, por último, que Juan era un expreso cortado: puntual, despierto, vital y breve como un haikú, una fuente inagotable de asombro y armonía.

TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Materia y espíritu en Juan Cervera Sanchís J. y R.

Por Alicia Noemí Castillejos
 
Agradezco la invitación para poder hablar con ustedes en esta celebración por el aniversario número ochenta del poeta Juan Cervera Sanchís y Rueda. En principio me arriesgaré al hablar sobre él y su obra, pues es vasta y diversa, de manera que encontrar una forma de unificar su voz parece imposible, y, en efecto, lo es.  
 
Entre un poemario y otro, como entre las hojas sueltas que el viento deja en el camino, como semillas fértiles en todas las tierras, tomo el poemario: Los dioses mueren mil veces, a fin de conversar con el material de aquel “martillazo del otro yo” cómo lo dice él, que le provoca escribir.
 
Cuando inicié mis primeras lecturas, noté un filtro que Juan Cervera colocaba con tanta sencillez y naturalidad en mis sentidos. Y ahora, me arriesgo a decir que ese filtro es el proceso, el camino del poeta con los tiempos que marcan la proyección constante hacia el futuro. No obstante, el pasado es un hito que revive a cada paso en cada palabra de sus versos.
 
Juan Cervera, poeta irrevocable e indisoluble, es la fisonomía de su obra. Tiene la virtud de ser el sabio de las multitudes presentes y da cuenta de lo minúsculo que es el hombre en contraste con el universo infinito, y pienso que para leer a este poeta, sólo hace falta escuchar el canto del hombre como quien escucha un ave cantar en primavera.
 
Él no se esconde en la palabra, por el contrario, juega con las formas, coquetea con la muerte sin burlarla; convive, y, así, vive. Lleno de tristeza límpida, prefiere los dobles sentidos, remueve y vuelve suyo el movimiento en espiral del tiempo y sus causes. La muerte infalible lo disolverá como el río cuando desemboca irremediablemente en el mar, unificado se transforma en energía pura y natural del universo, será su alma repartida como nutriente de la tierra.
    
Juan Cervera Sanchís
Los dioses mueren mil veces, el primer sonido de infinito, es un proceso espiritual y material del poeta. Al contacto con el mundo, el poeta, admite su condición de hombre y sin miedo se entrega a su destino sin interés, pero en pacto con la vida: vivirla con amor, soñando, escribiendo siempre, recrea apasionado y nostálgico. A distancia aparece como un dios enfermo que se quita la venda de la grandeza y se da cuenta que vive en un mundo sin dioses, donde todo es espejismo, una ilusión. Sueña su muerte y la vive, y a través del dolor aprende que el fruto de la sabiduría es la muerte constante. Los secretos no se dicen, se viven, este es el orden de la vida divina y terrenal. El secreto del sediento no es la sed precisamente […] para poder nacer los dioses mueren mil veces.
 
A modo de dedicatoria abre el poemario y ofrece experiencias como alumno de una gran y no basta escuela del camino, y hace ver el proceso con mucha lucidez y humildad. La transformación del poeta como flujo continuo del universo pasa por el joven experimental, aquél que quiere alcanzar el universo, la luz. Así como la noche corretea todo el tiempo al lucero sin verlo nunca y sin saber el origen de la palabra precisa descubre la fertilidad del poema que está por nacer. Se convierte en libre sin conocer su destino, no hay memoria, ni lugar, pero sí tiempo medido, deseo de nacer a través de la conciencia sensorial y en la jaula de la lluvia arden los sueños del vino.
 
La vida de este hombre no se acota en un anecdotario, sin embargo a través de ellas la memoria resucita el pasado anhelado, y en el presente se reintegra con los maestros que se van, que se han ido. No obstante, en la crisálida se tejen los poetas y maestros, en la cual aguardan en espera de ser mariposa, símbolo de libertad. En este tejido, pues, el temple del trabajo joven y la admiración hacia el trabajo experimentado sustrae el néctar del alma de la mejor autenticidad.

La mejor forma de crecer depurando vicios de expresión es seguir el flujo del camino, ser corriente, sentir, nacer, pensar, perseguir la forma, preguntarse los enigmas de siempre: ¿de dónde vengo?, ¿por dónde paso?, ¿cuál es el lugar al que me dirijo? Es todo y nada a la vez, con mucha pasión. Volar tan alto como Juan Cervera fija el deseo de conquistar el aire, que es inconquistable. Afirma su existencia: bajan las estrellas al morir en ráfagas de luz a su cuerpo y entra a “La Casa en ruinas”.

Desde la puerta es observador, no juez de la calle, reinventa, recuerda, hasta abstraerse en sí mismo y confundirse con todo, preguntarse ¿Quién habita aquí dentro, quién gobierna aquí dentro? La respuesta “yo” se vuelve capricho íntimo, decide soñar, construir lo que quiere, hoy no es hoy ni lo que tengo es mañana, mi futura muerte, mi destino.

Tiempo de Lora protege la palabra dicha una y mil veces, en “Para llegar a ti”, canto de amor, la palabra es inútil ciertamente para expresar lo inefable del amor, que raudo nombra enamoradamente lengua adentro. Es golondrina que retorna en “Aquel tiempo”, donde la niebla gris del presente regresa nostálgico a los quehaceres del pasado pleno, donde obtiene el pensamiento y la libertad. En la duda ama lo inefable del nombre, sustrae el significado no el designio. Todo es ilusión sólo un mal sueño, pero de los sueños vivimos, sueño somos de algo misterioso, sin nombre. Soñando es la única forma de ver este mundo ampliamente e irse en retroceso es nacer de la muerte. El corazón imagina y sueña/ que las tierras áridas reverdecen, / y que en el viejo cementerio de la aldea/los muertos resucitan.

¿Quién decide olvidar, recordar, resucitar, Juan Cervera a capricho nada más o aquélla mano superior “Asesino de memorias” quién controla el universo?

Andalucía es productora de heredades energéticas, lugar prolífico de flores y misterios. Este momento del poemario es una oración de retorno a ese lugar hermoso y divino. Es una serie de fotografías del lugar en donde los sentidos se vivifican: a mirarse en la sed de tus magnolias/con ellos morirás para vivir por siempre. Bajo la existencia de la imaginación y ser con ella, el poeta llega a la culminación y corazón de su obra: Oh Andalucía…común agua corriente rumbo al mar, Oh Andalucía.

Integrado con la unidad del mundo, con los diez sonetos se mueve hacia el sentido infinito de este y del tiempo como hombre finito en movilidad infinita. Juan Cervera no pretende ser distinto al natural sentido de su ser, el es múltiples formas, condición amplia de hombre sabio. Su filosofía es dialéctica clásica de la vida y la muerte, del ser y no ser, reducción finita a proyección infinita, es carne y espíritu, mente y corazón, y entre estas dicotomías, él, canto abierto al mundo, corazón palpitante.

Reconocerse hombre no significa estar exento de debilidades, falta de virtudes ni huida de deseos negados, es disciplina espiritual constante con el mundo, y con uno, el verdadero trabajo. Afortunadamente, dice el poeta, la vida no es una enfermedad incurable. Despreocúpate. Aunque sea parte de ese flujo temporal circular sigue siendo hombre que sueña, que muere por amor, que vive por él, caminante del llanto y de la lluvia, caminante del destino en laberintos variables.

EL DIOS ENFERMO es filosofía de la vida. ¿Quién es dios sino la ilusión del orden de nuestras vidas, cómo sabríamos los hombres del amor sin amar a otros hombres, cómo reconoceríamos a un dios o algún ángel si no vemos los restos de las alas que nos han sido cortadas por ellos para ser arrojados a imagen y semejanza de ellos, convertidos en luz de polvo?

Juan Cervera Sanchís se crea y se recrea a cada paso con cada hito en el camino. Ser dios, hombre o flor, ¿cuál es la diferencia? Siempre sufrimos el dolor de la misma manera, vivimos y morimos igual, pero la sensación la vive la piel diversa, la que se ausenta, se engaña, se tropieza.

El dios está enfermo de tristeza por tener el poder del silencio y la palabra. En la memoria del olvido, sin veneración de la fe, de la esencia, este dios a nacido en un época donde el hombre es lo que es y nada diferente, pero existe la esperanza del fruto, del futuro de nacer, de curarse del dolor con la alegría y la sonrisa, pero también con el grito de la rebeldía y del reclamo: Con su universo cansado y a punto de derrumbarse/ el Dios enfermo se inclina sobre un lecho de agua y aire/ y descansa en sí mismo por la ilusión de un instante.

Sabe que no hay remedio a esta vida más que la muerte. ¿Quién es el hombre si no la vida expresada por dios, si somos su misma expresión, y si dios está muerto, somos una vida de ilusiones. Juan Cervera, poeta del alma, reconoce, sabe que somos en el dios enfermo recreación constante de uno mismo en todos los lugares.



TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

martes, 22 de octubre de 2013

Juan Rejano, el andaluz que no volvió

Por Juan Cervera Sanchís

-Esta vida es un fraude, chico – me dijo textualmente Rejano tras habernos detenido a leer uno de sus últimos poemas perteneciente a su libro “La Tarde”, en una banca pública del Jardín del Arte, de la ciudad de México.   
Todo sucedió porque, después de leer el poema, empezamos a hablar de la muerte, y yo, que no me la explico, que no la quiero, que la veo como algo horrible –no
siempre- y repugnante, hacía y hago preguntas, a las personas que han vivido mucho más, del tiempo de los griegos, es decir:
-Oye, tú que has vivido, bastante, ¿qué puedes decirme de la vida y la muerte?
Aquella noche, aún primeriza, le hice esa pregunta a Juan Rejano y él, casi furioso, me dio la contundente respuesta con que comenzamos esta breve memoria del poeta de Puente Genil.
-¡Ah, caray! –exclamé hacia dentro al oírlo, mientras Juan siguió hablando con gravedad senequista, cordobesa, y furia española a lo Unamuno, del fraude de la vida; de eso de nacer para ir envejeciendo y, finalmente, morirse uno.
“Tanto bregar para morirse uno”, que dejó dicho Miguel Hernández. Ni hablar. Ni hablar. Pero…
Tierra Húmeda Poesía
Juan Rejano
Caminamos y caminamos, Juan y yo, echándole el velo a la cara a las interrogaciones.
La verdad, otra vez, como siempre, en conversación con amigo viejo y experimentado, terminé, terminamos, por no saber nada de nada. Pero sí llegamos a una conclusión. Es lo interesante.
Dejamos el Jardín del Arte y atravesamos la calle de Neva hacia el Paseo de la Reforma, como tantas y tantas veces, después de salir, la tarde alta de los lunes de la redacción del diario “El Nacional”, rumbo a su casa en la calle de Mazatlán.
-Saludable caminata, me decía Juan Rejano. A lo que añadía: Caminar es muy bueno para el organismo. Y yo terminaba, con la mitad de sus años a la espalda, con la lengua fuera como galgo cazador tras la persecución de una liebre fantàstica.
Al pasar por Neva rompimos a hablar de Germán Pardo García, un poeta colombiano, gran poeta y gran solitario, que vivía en dicha calle.
Llegamos al Paseo de la Reforma. Allí retomamos la vieja plática. Los ojos de Rejano, grandes, verdes, redondos, con un fondo de inocencia sabia de olivar andaluz, se agrandaron mientras me decía con una recobrada fe en la vida:
-…Pero mientras estamos aquí hay que vivir y hacer el bien. No lo olvides. Y te voy a decir una cosa: La vida es hermosa si uno lucha. A mi me ha ayudado mi militancia política, que ha sido una forma de entregarme a los demás.
-¿Y no te ha decepcionado alguna vez la política?, le preguntamos.
-No, nunca. Las ideas no nos decepcionan, sí los hombres de vez en cuando. Pero a estos hay que comprenderlos. Uno comprende. Uno es humano.
Juan Rejano era un hombre que comprendía a sus más feroces enemigos. Poseía una enorme capacidad de comprensión, que yo admiraba, especialmente para los jóvenes..
Esa vida, que porque se le tenía que ir y no estaba en sus manos detenerla para permanecer más tiempo entre nosotros, le hizo aquella noche revelarse y llamarla fraude, sin duda porque la quería demasiado y lo que se quiere demasiado duele mucho perderlo.
Juan Rejano era un enamorado de la vida, de Andalucía, de España y de México, aunque anhelaba por sobre todo volver alguna vez a su soñado Puente Genil. No volvió. No pudo volver. La muerte se atravesó en su camino.

Tierra Húmeda poesía
La tarde. Juan Rejano. Arte y Libros.1976.
De repente recordamos los atardeceres que compartimos y me habló de las nubes del cielo de México. Era algo que le fascinaba:
-En mi libro “La esfinge mestiza” yo he dicho algo de las nubes del cielo de México, pero creo que no he dicho cuanto hay que decir de estas nubes. Ahora que esté tranquilo -Juan Rejano se deleitaba pensando en su regreso a España- allá en España, voy a escribir un libro sobre el cielo de México.
Esto era algo de lo que me habló Juan muchas veces con amorosa pasión. Y también me hablaba de:
-Mira, acabo de escribir un poema –esto me dijo días antes de que fuera operado por primera vez en la clínica del doctor Soriano, ya en su casa ante una taza de aquél moruno que él aprendió a hacer en África del Norte y que a mi me enamoraba el paladar. Y leyó un poema aún no terminado a México donde el poeta entre nubes iba pisando sobre el misterio. Al finalizar añadió:
-Chico, es que México es algo increíble. Tú sientes al caminar sobre esta tierra que vas pisando la raíz oculta del misterio. 

Tierra Húmeda Poesía
Contrapotada.La tarde. Juan Rejano.1976.
Para Juan Rejano México era un país fabuloso, fascinante, poético. Estaba en lo cierto. 
 -Cuando yo esté en España nunca me voy a cansar de hablar bien de México. Su corazón de exiliado salía siempre a flote. Hablamos de muchas cosas.
-Chico, tù llegaste hace unos días. Cuando nosotros llegamos esta ciudad era el paraíso.
Recuerdo los cafés, las tertulias…Todos creíamos que era cosa de unos años, y hasta menos. Vivíamos con la vuelta a la mano. Y mira tú. ¡Cuántos muertos ya en nuestra memoria!
Juan Rejano se ponía triste. Los amigos idos…Y me decía:
-Quiero escribir un poema a Benito Pérez Galdós, él, con su obra, me ha ayudado como Nadie a vivir el exilio. La lectura de Galdós ha sido vital para mí. Él me traía la luz y la
tierra española a mi cuarto y mis noches se poblaban de España gracias a Galdós. Ha sido mi gran alimento espiritual. Galdós…-y entornaba los ojos imaginando el poema… que no escribió. La muerte…(Continuará)




LA TARDE
XXXIX
Nos va inundando el pecho un lento río
de ternura y de paz cuando a la tarde
llegamos. Más humana la mirada es entonces 
y aún más, aún más humanos, al tenderse, los brazos. 
Pero las viejas furias que usurpan nuestra sangre
no mueren: enmascaran las arrugas, y apenas
nos creen adormecidos, la tempestad convocan
y de nuevo con ellas con arrastran. ¿Adónde,
adónde vamos?, claman los enmohecidos huesos.
Mas seguimos, seguimos, como otro tiempo dóciles,
tras la nube de fuego...
                                   Volvemos derrotados,
amargo el corazón, rojas las sienes.
La tarde nos sonríe como a niños inquietos,
otra vez la ternura nos anega, y pensamos,
candor inagotable, que en la rueda del tiempo
aún están aguardándonos las horas más hermosas.

JUAN REJANO, La tarde, Arte y Libros, México D.F.,1976.
 


TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

viernes, 18 de octubre de 2013

Haikús

Mira la garza
dibujada en sus ojos
la sed del agua.

imagen extraída de google


Viviente esquife
sobre el lago dibuja
su sombra el ciste.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMENEZ Y RUEDA


TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Haikú

Muerdo el aire
con los dientes del sol.
Rompe el hidrógeno.

Abraham Peralta Vélez 15 de octubre de 2013




TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

domingo, 13 de octubre de 2013

Mañana

Mañana, cuando ya yo
apenas sea un recuerdo
de cuanto quise ser yo,
me encontrarás cada día
en los rayitos del sol.
Mañana, ¡ay!, mañana,
mañana, cuando ya yo
no sea más que un recuerdo,
seré un recuerdo de amor.

JUAN CERVERA SANCHÌS JIMÈNEZ Y RUEDA







TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Huir

Huyamos a donde tú y yo
seamos libres
de nosotros mismos,
de nuestros
frutos, ramas y raíces.
Huyamos, sí,
más allá de las hojas, las espinas,
más allá de la savia donde en ella
tú y yo damos círculos inútiles
de clorofila orgásmica.
Huyamos más allá, más allá;
en el centro del odio,
en el centro del vacío,
estemos más allá, ay, ¡más allá!,
a donde la flor. A donde la flor.
Y cubramos de flores,
orgullosos de luz, más allá de la herida,
a quién sacuda el árbol y nos arranque.

Abraham Peralta Vélez 9 de octubre de 2013





TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

miércoles, 9 de octubre de 2013

Haikú

Mis pies descalzos 
se hunden en la hierba
y todo es nube.

Abraham Peralta Vélez 

Abraham Peralta Vélez





TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Caprichos

MIL AÑOS
Mil años después y un dìa,
tù y yo,
nos volvimos a encontrar,
pero tù ya no eras tù
y yo tampoco era yo,
que èramos dos extraños
tù y yo,
pero el planeta era el mismo
y el sol era el mismo sol.

Mil años despuès y un dìa,
entre gritos de alegría
y sentimientos de amor,
nos volvimos a encontrar.
¡Nos encontramos tù y yo!

JUAN CERVERA SANCHIS JIMENEZ Y RUEDA

De "CAPRICHOS" 2014


HAIKÚ
Con tu sonrisa
y el rojo de tus labios
me das la vida.

JCS JYR

De: " C A P R I C H O S"




TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

martes, 8 de octubre de 2013

Soga al cuello

Con la soga al cuello
sonrío y me alegro 
de verte caminar 
por la calle hacia la nada.
Doy patadas de ahogado.
Doy manotazos al cielo.
No entiendo por qué
estoy ante las cuerdas
de la luz del sol.
Aquí me encuentro
con la soga al cuello
en el río que me lleva 
al vientre del mar,
en el río que me trajo 
de la sombra del sol
¡Ay, ven y bésame,
amor, hazme ser amor, 
purifícame este odio,
y hazme entender
mi destino de aire!

Abraham Peralta Vélez 8 de octubre

 
Ilustración: Abraham Peralta Vélez



TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma

Tú y los adioses

Adioses sobre adioses y màs y màs adioses.
Vengo herido de adioses, profundamente herido.
Soy un doliente adiós.
Voy de adiós en adiós con todos mis adioses.
Interminables son ya mis adioses.
Viajo por las galaxias, por los soles viajo.
Viajo por los planetas. Viajo por las ciudades
de los innumerables y pequeños planetas
en donde amè y fui amado alguna vez,
entre besos y adioses y làgrimas y adioses.
Soy una larga suma, larga, larga muy larga,
de sangrantes adioses.
Mi vida es un adiós, un adiós sin retorno,
en donde tú, por la gracia de Dios,
y ùnicamente tú, reinas y reinas.

JUAN CERVERA SANCHIS JIMENEZ Y RUEDA

De: " C A P R I C H O S" 2014




Juan Cervera Sanchís J. y R.


TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma