martes, 22 de octubre de 2013

Juan Rejano, el andaluz que no volvió

Por Juan Cervera Sanchís

-Esta vida es un fraude, chico – me dijo textualmente Rejano tras habernos detenido a leer uno de sus últimos poemas perteneciente a su libro “La Tarde”, en una banca pública del Jardín del Arte, de la ciudad de México.   
Todo sucedió porque, después de leer el poema, empezamos a hablar de la muerte, y yo, que no me la explico, que no la quiero, que la veo como algo horrible –no
siempre- y repugnante, hacía y hago preguntas, a las personas que han vivido mucho más, del tiempo de los griegos, es decir:
-Oye, tú que has vivido, bastante, ¿qué puedes decirme de la vida y la muerte?
Aquella noche, aún primeriza, le hice esa pregunta a Juan Rejano y él, casi furioso, me dio la contundente respuesta con que comenzamos esta breve memoria del poeta de Puente Genil.
-¡Ah, caray! –exclamé hacia dentro al oírlo, mientras Juan siguió hablando con gravedad senequista, cordobesa, y furia española a lo Unamuno, del fraude de la vida; de eso de nacer para ir envejeciendo y, finalmente, morirse uno.
“Tanto bregar para morirse uno”, que dejó dicho Miguel Hernández. Ni hablar. Ni hablar. Pero…
Tierra Húmeda Poesía
Juan Rejano
Caminamos y caminamos, Juan y yo, echándole el velo a la cara a las interrogaciones.
La verdad, otra vez, como siempre, en conversación con amigo viejo y experimentado, terminé, terminamos, por no saber nada de nada. Pero sí llegamos a una conclusión. Es lo interesante.
Dejamos el Jardín del Arte y atravesamos la calle de Neva hacia el Paseo de la Reforma, como tantas y tantas veces, después de salir, la tarde alta de los lunes de la redacción del diario “El Nacional”, rumbo a su casa en la calle de Mazatlán.
-Saludable caminata, me decía Juan Rejano. A lo que añadía: Caminar es muy bueno para el organismo. Y yo terminaba, con la mitad de sus años a la espalda, con la lengua fuera como galgo cazador tras la persecución de una liebre fantàstica.
Al pasar por Neva rompimos a hablar de Germán Pardo García, un poeta colombiano, gran poeta y gran solitario, que vivía en dicha calle.
Llegamos al Paseo de la Reforma. Allí retomamos la vieja plática. Los ojos de Rejano, grandes, verdes, redondos, con un fondo de inocencia sabia de olivar andaluz, se agrandaron mientras me decía con una recobrada fe en la vida:
-…Pero mientras estamos aquí hay que vivir y hacer el bien. No lo olvides. Y te voy a decir una cosa: La vida es hermosa si uno lucha. A mi me ha ayudado mi militancia política, que ha sido una forma de entregarme a los demás.
-¿Y no te ha decepcionado alguna vez la política?, le preguntamos.
-No, nunca. Las ideas no nos decepcionan, sí los hombres de vez en cuando. Pero a estos hay que comprenderlos. Uno comprende. Uno es humano.
Juan Rejano era un hombre que comprendía a sus más feroces enemigos. Poseía una enorme capacidad de comprensión, que yo admiraba, especialmente para los jóvenes..
Esa vida, que porque se le tenía que ir y no estaba en sus manos detenerla para permanecer más tiempo entre nosotros, le hizo aquella noche revelarse y llamarla fraude, sin duda porque la quería demasiado y lo que se quiere demasiado duele mucho perderlo.
Juan Rejano era un enamorado de la vida, de Andalucía, de España y de México, aunque anhelaba por sobre todo volver alguna vez a su soñado Puente Genil. No volvió. No pudo volver. La muerte se atravesó en su camino.

Tierra Húmeda poesía
La tarde. Juan Rejano. Arte y Libros.1976.
De repente recordamos los atardeceres que compartimos y me habló de las nubes del cielo de México. Era algo que le fascinaba:
-En mi libro “La esfinge mestiza” yo he dicho algo de las nubes del cielo de México, pero creo que no he dicho cuanto hay que decir de estas nubes. Ahora que esté tranquilo -Juan Rejano se deleitaba pensando en su regreso a España- allá en España, voy a escribir un libro sobre el cielo de México.
Esto era algo de lo que me habló Juan muchas veces con amorosa pasión. Y también me hablaba de:
-Mira, acabo de escribir un poema –esto me dijo días antes de que fuera operado por primera vez en la clínica del doctor Soriano, ya en su casa ante una taza de aquél moruno que él aprendió a hacer en África del Norte y que a mi me enamoraba el paladar. Y leyó un poema aún no terminado a México donde el poeta entre nubes iba pisando sobre el misterio. Al finalizar añadió:
-Chico, es que México es algo increíble. Tú sientes al caminar sobre esta tierra que vas pisando la raíz oculta del misterio. 

Tierra Húmeda Poesía
Contrapotada.La tarde. Juan Rejano.1976.
Para Juan Rejano México era un país fabuloso, fascinante, poético. Estaba en lo cierto. 
 -Cuando yo esté en España nunca me voy a cansar de hablar bien de México. Su corazón de exiliado salía siempre a flote. Hablamos de muchas cosas.
-Chico, tù llegaste hace unos días. Cuando nosotros llegamos esta ciudad era el paraíso.
Recuerdo los cafés, las tertulias…Todos creíamos que era cosa de unos años, y hasta menos. Vivíamos con la vuelta a la mano. Y mira tú. ¡Cuántos muertos ya en nuestra memoria!
Juan Rejano se ponía triste. Los amigos idos…Y me decía:
-Quiero escribir un poema a Benito Pérez Galdós, él, con su obra, me ha ayudado como Nadie a vivir el exilio. La lectura de Galdós ha sido vital para mí. Él me traía la luz y la
tierra española a mi cuarto y mis noches se poblaban de España gracias a Galdós. Ha sido mi gran alimento espiritual. Galdós…-y entornaba los ojos imaginando el poema… que no escribió. La muerte…(Continuará)




LA TARDE
XXXIX
Nos va inundando el pecho un lento río
de ternura y de paz cuando a la tarde
llegamos. Más humana la mirada es entonces 
y aún más, aún más humanos, al tenderse, los brazos. 
Pero las viejas furias que usurpan nuestra sangre
no mueren: enmascaran las arrugas, y apenas
nos creen adormecidos, la tempestad convocan
y de nuevo con ellas con arrastran. ¿Adónde,
adónde vamos?, claman los enmohecidos huesos.
Mas seguimos, seguimos, como otro tiempo dóciles,
tras la nube de fuego...
                                   Volvemos derrotados,
amargo el corazón, rojas las sienes.
La tarde nos sonríe como a niños inquietos,
otra vez la ternura nos anega, y pensamos,
candor inagotable, que en la rueda del tiempo
aún están aguardándonos las horas más hermosas.

JUAN REJANO, La tarde, Arte y Libros, México D.F.,1976.
 


TieRRa HúMEda Poesía para que florezca el alma