lunes, 20 de diciembre de 2010

La tormenta del caballo

Al llorar el caballo su condena
tranquiliza el desgarro de los días.
Es que extirpa el desierto la pena,
pues la lluvia, en su relincho ardía.

Con brío se sacude las cadenas
y perturba su sangre labrantía.
Palpita el ansia de la mar serena.
Se deshace la noche, cae el día.

Vierte el vaho del yugo desatado
y los fantasmas sanguíneos del pozo,
que eran duda, ahora son controlados.

Ahora sabe el caballo sosegado
ya libre de duda, en el reposo,
que quiere ser, y crear lo tan amado.

Abraham Peralta Vélez

No hay comentarios.: