y a pierna suelta.
Abel sufría de insomnio.
Adán andaba en Babia.
Eva bordaba nubes
con los hilos azules
de sus lágrimas.
Dios dudaba y dudaba
de sí mismo:
“¿Soy realmente Dios?”
Un sacerdote loco
se enredaba en su sombra.
Un general suicida
ponía fin a su guerra.
Preguntas y preguntas
sin respuestas.
Un banquero insaciable
le negaba a su madre,
pordiosera, una limosna.
El éxito, de súbito,
se sabía un fracaso.
La vida, ah, sí, la vida
sin la vida
por fin y al fin ya libre
de la vida
seguía y seguía jugando,
y jugando y jugando
a toda muerte.
JUAN CERVERA SANCHIS
29 FEBRERO 2012. México D. F.
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