domingo, 23 de mayo de 2010

El corazón niño de la manzana

Recuerdo los sonrientes planetas las pelotas y los globos los galácticos payasos los sombreritos de pico el helado morado en los labios rojos de las niñas la bicicleta sobre el océano de estrellas.

Recuerdo un collie que perseguía el vuelo de una paloma en el viento del parque
mientras dos peces infelices se enamoraban en la fuente.

Era un papalote: el río en el viento. Corría corría corría sin dudar enamorarme.

Recuerdo las veces que yo era un sándwich de cajeta o un triste balón ponchado.
Así era la niñez del océano triste o alegre sentimiento de luz.

Pero el verano tiembla y nos escupe
cuando vemos morir a nuestro collie por la espumosa rabia y rabioso antes de morir nos muerde el corazón o a nuestro abuelo que se suicida por un edificio de emociones ante el cáncer las ratas que mastican sus pulmones la sífilis los gusanos se comen su sexo la cirrosis las sucias lagartijas del alcohol que cagan muerden y se carcajean en su hígado el asco el vómito la desesperación de la familia que quiere mantenerlo vivo... en fin cuando el tren de la angustia atropella a un hombre y se revienta su cabeza y la gente sólo mira ¡mira! el espectáculo de la miseria roja cuando le pueden dar un vaso de agua o un bolillo o un beso en el cerebro desplomado.

El verano tiembla y nos escupe en una tarde pluvial en aquel pueblo de flores de engaños y de risas.

El verano flaquea se apaga el sol de la infancia por el cuchillo hiriente del cabrón de las falsas recompensas y la madurez preñada de sueños infantiles de recuerdos como galaxias.

Cuando madura la fruta del árbol cae una noche y aquel cabrón la abre para sacarle el corazón a la manzana.

Lo peor de cuando te atropella el tren es quedarte vivo sin el corazón niño de la manzana.

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