domingo, 23 de mayo de 2010

¡PUTO DINERO!

Busqué en el diccionario
la palabra puto
y sólo encontré puta.
Aquel muchacho amigo
seguía y seguía quejándose
y exclamando seguía:
-¡Puto! ¡¡Puto dinero!!
Dinero puto y cabrón dinero,
dinero, ay, dinero
que, la necesidad,
entre la afiladísima espada
y la dura pared,
lo ponían a parir como se dice
y a caminar por tristes
y oscuros callejones sin salida;
por días y por noches de no tengo,
de no puedo y colgado de su título,
pues era titulado aquel muchacho
con sus alas rabiosamente rotas
ante la gran putada de su bolsa vacía.
¡Puto dinero! ¡¡Puto!!,
exclamaba el muchacho,
aquel muchacho trilingüe por más señas
y no mal parecido,
que jugaba ajedrez y odiaba el fútbol.
Aquella inteligencia acorralada
por los hijos de etarias sinuosas
y elegantes banqueros perfumados.
-¡Puto! ¡¡Dinero puto!!
Y así no más, sin más ni menos,
su juventud amarga hasta el extremo
de todos los extremos, envejecía de prisa
comida hasta los huesos
por ese supercáncer, que él muy bien definía,
como el puto dinero, ese dinero puto,
y de su puta madre,
que lo empobrece todo,
ya sea a las hormigas voraces de Wall Street
o a las pobres ratas callejeras,
aún mucho más que pobres,
que en las sucias esquinas
alzan sus sucias manos
suplicando centavos a las gentes
que empobrecidamente van y vienen
arrastrando sus paupérrimas sombras.
¿Cuándo serás, dinero, por fin, bendito y santo
entre las limpias manos de los justos?
Aquel muchacho amigo
sigue y sigue quejándose
y no deja y no deja de quejarse:
¡Puto dinero! ¡¡Puto!!
¡¡¡Putísimo dinero!!!

Juan Cervera Sanchís

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