domingo, 31 de octubre de 2010

LOS OJOS DE DIOS

Tímida furia en tus ojos
veo, y duele la noche.
Tus ojos, el grito callan,
no dicen: yo soy… murmuran
cual colibríes nocturnos,
energía enamorada,
ríos de la mar del cosmos.

Si están vacíos, entonces,
vacío está el universo
y el mar infinito todo
no sería sino la nada
ausente, en donde el loco,
yo, pobre loco, tan pobre,
inventa sueños de arena
–oraciones de burbujas–
a tu mirada ausente
Dios, qué ausencia tus ojos.

Yo, el loco, se enamora
de nocturnas mariposas,
de arañas que son siempre
tus ojos; vacíos que lleno
de poesía. Ay, tus ojos,
¿Cómo serán en la tarde
solitaria, sin ser vistos,
entre los pájaros tristes,
cristalinos, otoñales?
¿Cómo será cuando gritan,
cuando dicen, cuando son?
Que mi voz no los conmueva,
no añada, ni quite, y sean
tan sólo ellos, dolientes,
como imagino que son.

No, no es cierto lo que digo,
pues tan lejos de tus ojos
estoy, Dios, ¿cuándo veremos,
no tu llanto tan cenizo,
sino tus ojos? ¿Cuándo
veremos tu llanto justo
cristalino, verdadero?

Mientras en mi carne viva
jamás saldré de la cárcel
a ver tu cósmica mirada,
si es que veré, si es que miras
de frente a tu locura.

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