Esta poesía nace de un jovén, Joseph Ramirez, que entre el agetreo de la vida diaria -el trabajo, el hijo, la esposa- hace una espacio para escribir en soledad y a la soledad.
La cabrona soledad tocó mi puerta esta llorona mañana,
una, dos, tres de la madrugada, los ojos que no se apagan
y esas rameras musas andan en mano de sabe cuánto forastero.
No puedo dormir. Me escupe en la cara,
me monta como una perra celosa y carcome mis entrañas.
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